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Análisis

Gumersindo Ruiz

El BCE neutraliza las votaciones de EEUU e Italia

El anuncio del pasado jueves por parte del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi de prolongar el programa de compras de deuda pública y privada, que vencía a finales de marzo de 2017, es una muestra de la voluntad del Banco de seguir jugando un papel protagonista en los mercados financieros, poniendo los interés en cero o negativos, y dando facilidades al crédito. Los 80.000 millones de euros mensuales de deuda que compra el BCE pasarán a ser 60.000 a partir de abril, pero lo importante es que continúa habiendo una fortísima presión compradora que contribuye a mantener bajos los tipos. Estos tipos permanecerán en el nivel actual de cero para préstamos a bancos, y -0,4 por ciento para los depósitos bancarios en el BCE, incluso cuando acabe el programa de compras.

Los acontecimientos recientes de elecciones en Estados Unidos, referéndum en Italia, elecciones próximas en Francia y Alemania, generan una incertidumbre que se traduce, como hemos visto en las últimas semanas, en elevaciones de los tipos de interés de la deuda, aunque dentro de movimientos volátiles al alza y a la baja. Sin embargo, Draghi ha dejado claro que no van a influirles en sus decisiones las posibles subidas de tipos que puedan darse en Estados Unidos como consecuencia de una nueva política económica presuntamente expansiva. Tampoco les preocupa que pueda depreciarse el euro respecto al dólar como consecuencia de las diferencias entre tipos de interés entre las dos zonas, pues una cierta depreciación no viene mal como estímulo a la economía y al empleo en Europa. La única referencia que tiene el Banco para su política son los precios al consumo en el área del Euro, que actualmente están en un 0,2%; hasta 2019 no se prevé que los precios puedan situarse en 1,7%, cerca del 2% que es el objetivo del BCE, pero ni aun así va a dejar de intervenir en los mercados.

Aunque la economía y el sistema bancario en su conjunto está mucho mejor que hace cinco años, el BCE quiere mantener un entorno donde las reformas estructurales de los países puedan llevarse a cabo con más facilidad. Pide a los gobiernos que las políticas fiscales sean amigables con el crecimiento y el empleo, dentro del necesario equilibrio fiscal en que se basa la confianza de los países miembros. Pero también dice que hay reformas como la educativa, la eléctrica, la constitucional, que no tienen nada que ver con la compra de deuda y los tipos de interés, y es aquí donde el reto está en el campo de los gobiernos y de las instituciones europeas.

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