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Análisis

Joaquín Aurioles

Economía de las autonomías. Desigualdad

Se avecinan tiempos revueltos para el Estado de las Autonomías, con Cataluña, la financiación autonómica y la reforma de la Constitución como temas de enfrentamiento habitual en este año de precalentamiento electoral. Dedicaremos las próximas tribunas a revisar algunos aspectos de la realidad regional española, comenzando hoy con la desigualdad medida en términos de producto interior bruto (PIB) y la resiliencia. Cataluña, Madrid y Andalucía son las economías regionales de mayor tamaño. Concentran al 48% de la población y generan más de la mitad del PIB español, en concreto el 51,3% del total, lo que lleva a pensar que cualquier acuerdo político sobre temas territoriales sería inviable sin el consentimiento explícito de cada una de ellas. Lo que se aprecia en la práctica, sin embargo, es que las relaciones de sinergia observables entre economía y política, quedan notablemente difuminadas cuando se introduce la variable población. En el caso de Madrid, el esplendor de su economía es consecuencia directa del peso político que se deriva de su condición de capital, mientras que en el de Cataluña la relación de causalidad podría ser la inversa. La fortaleza de su economía sería el fundamento de su enorme influencia política nacional, obviamente canalizada a través de un particular ejercicio de la representación política.

Con la demografía las cosas son algo diferentes, comenzando porque sólo son perceptibles cuando la perspectiva temporal es lo suficientemente amplia. El aumento de la población en Madrid y Cataluña desde la postguerra puede ser fácilmente atribuido a sus respectivas dinámicas económica y política, pero en el caso de Andalucía se han sucedidos dos etapas diferentes. Se perdió peso demográfico hasta la transición política, pero se ganó en las décadas posteriores, aunque la relación con el PIB siempre ha resultado peculiar. El peso relativo del PIB andaluz se redujo durante el franquismo, pero la pérdida de población, debida a la emigración, fue todavía más intensa, como consecuencia de lo cual el PIB por habitante experimentó una ligera mejoría. Desde el inicio de la democracia, el PIB andaluz ha crecido más o menos como el del conjunto de España, pero la población lo ha hecho más intensamente, por lo que la diferencia en PIB por habitante (un 26,1% en la actualidad) se ha incrementado desde entonces. Madrid y Cataluña, en cambio, están muy por encima de la media y con respecto a Andalucía las diferencias son enormes (84,5% y 62%, respectivamente).

Designamos como "resiliencia" a la capacidad para resistir y recuperarse de una crisis. La de 2008 golpeó duramente al conjunto de la economía española, pero especialmente a la andaluza entre 2009 y 2013. El PIB por habitante se redujo a una tasa promedio anual del 2,5%, más intensamente que en España (1,9%), Madrid (1,3%) y Cataluña (1,7%), mientras que la recuperación a partir de 2014 ha sido menos intensa que en el resto. De ello se infiere que la resiliencia en Andalucía es inferior que en España y que nuestros representantes políticos deberían preparar concienzudamente este tipo de argumentos de cara al enconado debate que se prepara.

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