N ADIE duda a estas alturas de que los costes económicos de la secesión son elevados, incluso si no llega a consumarse. A la fuga de empresas hay que añadir otra variada gama de costes, como la irracional extensión del boicot comercial, tan dañino incluso para entidades tan sólidas y solventes como Sabadell y Caixabank. No se sabe con seguridad, pero los expertos apuntan que ambas entidades son las principales causantes del repunte de la demanda de liquidez al Banco Central Europeo (BCE) durante la última subasta semanal (cinco veces superior a la anterior), quizás considerando que el cambio de sede podría no ser suficiente frente a la desconfianza de ahorradores y clientes y que lo prudente es aumentar las reservas, mientras las aguas vuelven a su cauce.

"Si a Cataluña le va mal, a España también". Es la valoración más extendida de las consecuencias del procés para el conjunto de la economía española. Es evidente que si Cataluña forma parte de España, los problemas de la primera repercuten directamente sobre la segunda, pero si se consideran separadamente, los efectos podrían no estar tan claros. Ambas partes podrían estar siendo perjudicadas por el rechazo emocional a los productos procedentes de "la otra parte", pero aparentemente el perjuicio estaría siendo mucho más elevado en Cataluña. Productores del resto de España estarían aprovechando la coyuntura política para realizar una incursión definitiva en mercados tradicionalmente dominados por empresas catalanas, mientras que las migraciones empresariales podrían, dada su magnitud, alterar significativamente el mapa económico del país, en beneficio de las comunidades de acogida.

Por otra parte, un gobierno que miente y se salta las leyes deja de ser fiable y provoca costes de reputación en la sociedad. Los elementos clave son la seguridad jurídica y la posibilidad de formular expectativas. Las agencias de rating coinciden en advertir del riesgo de hundimiento de la ya deteriorada reputación de la deuda pública catalana (bono-basura en la actualidad), hasta hacer prácticamente inviable su financiación en los mercados. En el caso de España, en cambio, la perspectiva es de modificación positiva de su calificación, aunque a la espera de la resolución del conflicto catalán. No menos significativa es la decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de aumentar ligeramente su previsión de crecimiento para España, tras sumarse a la advertencia general sobre los perjuicios económicos de la independencia.

Dos conclusiones aventuradas. La primera, que si las consecuencias económicas para Cataluña serán (están siendo) muy adversas, no está nada claro el saldo final para el conjunto de España. La impresión inicial es que podría salir perjudicada, pero no habría que descartar un efecto final positivo sobre el Producto Interior Bruto (PIB) por habitante en el resto o, al menos, en algunas de sus regiones. La segunda que, como ya sabíamos, las decisiones políticas suelen tener importantes implicaciones económicas. Ahora tenemos la oportunidad de constatar la veracidad de la conjugación inversa, es decir, si las decisiones empresariales de abandonar Cataluña tendrán repercusión política en aquella comunidad.

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