José María García es un fraude como periodista. Como José María Aznar lo fue de presidente del Gobierno, por añadirle un ejemplo. Se delatan al airearse las sábanas. García es un matón cotilla con la labia fácil, un gacetillero fantasma que manejaba como quería a sus editores en pro de un lucrativo negocio basado en su ego amenazante. Lo peor de la radio de masas. Aún sigue siendo un bocazas y, sobre todo, un impertinente sin ética, como demostró este domingo una vez más poniendo en evidencia al rey Juan Carlos. Desfasado, sesgado, malinformado o más bien informado a su manera, para colmo sigue defendiendo a una criaturita como el presidente Villar. Y al otro Villar (Mir) le mete en un embolado más.

Hace ya un puñado de años que el Super hizo las paces con su discípulo en métodos y estilo, José Ramón de la Morena, Butanito 2.0. El cáncer que sufrió García contribuyó a que limaran asperezas los dos nocturnos que llevaron su forma de hacer periodismo de bronca y venganzas hasta las últimas consecuencias. Hacen avergonzar a los profesionales. Y ahora, que van de blanditos, montan un tinglado con Évole en Salvados que más bien parecía ser sólo una excusa para poner en evidencia al padre del Rey, haciéndole saltar un guión acordado de antemano.

El ex Follonero con la coartada del periodismo ha dado una patada más a una de sus fobias preferidas: la monarquía. Otro domingo le tocará a la Iglesia, una vez más. Al otro al ejército. Siempre que se pueda, a una institución del Estado. Los Salvados son los suyos. Con tal de no tocar a los Pujol o investigar al entorno de los independentistas, Évole desde la sede de Mediapro (Pablo Iglesias se rige por lo que le diga Roures) se irá a Sudán del Sur, hablará de los acrotomófilos o seguirá husmeando entre los vertederos que le señalen los chivatazos. Todo con tal de no tocar el golpismo que ha pagado durante años las empresas donde ha trabajado. Y lo que es más vomitivo: habrá que aguantarle más mítines en Antena 3.