Celebramos hoy la fiesta de la Inmaculada en el Año de Murillo. Aunque lo mismo se podrá decir el 8 de diciembre de 2018, ya que este año del pintor dura casi 16 meses. Hoy será inaugurada, en la Catedral, la exposición Murillo en la Catedral de Sevilla. La mirada de la santidad, que es la tercera, en apenas 10 días, después de las del Museo y Santa Clara. Así que ya tenemos Murillo a tope. Y un frenesí que llama la atención; pues aunque han llegado cuadros interesantes, también es cierto lo que escribió recientemente Carlos Colón: "En cuanto a los sevillanos, será gracioso verlos haciendo colas para admirar los cuadros que nunca se han molestado en ir a contemplar en el Museo de Bellas Artes, la Catedral o la iglesia de San Jorge".

Murillo es el pintor más genuino de la Sevilla religiosa, que es la del misterio de la Inmaculada, defendido con voto de sangre por el Silencio en 1615, mucho antes de ser proclamado dogma por la Iglesia en 1854. Murillo pintaba Inmaculadas, que le dieron fama universal, rodeadas de angelitos, con una iconografía que ha perdurado como la definitiva, desde el barroco sevillano hasta nuestros días. Murillo pintaba a la Inmaculada sin miedo a repetirse, porque le salían con una delicadeza tan tierna y mística que todo el mundo en general quería esa imagen de la Pura y Limpia. La Inmaculada en versión canónica. Murillo incrustó el cielo de Sevilla en un manto y la pureza absoluta en unos ojos.

Todas las Vírgenes que pintó Murillo le salieron Inmaculadas. Aunque no vistieran el manto celeste. En el rostro de todas las imágenes marianas del artista está presente ese candor, esa santidad irrefutable. Se ha especulado sobre las modelos de Murillo, pero todas sus Vírgenes están pintadas en ausencia del pecado original.

Y ya no se puede desligar a Murillo de la Inmaculada, ni a la Inmaculada de la Sevilla católica, ni a la Sevilla católica del barroquismo en el que aparece Murillo. En ese círculo entra la Pureza de María, que esta ciudad asumió como propia, como un tesoro espiritual que se ha perpetuado. Por eso, cada 8 de diciembre es Fiesta Grande en Sevilla, con el Año de Murillo, o con el año que sea. Es el día en que vuelven a sonar las coplas de Miguel Cid; y admiramos el color del cielo, que se quedó prendido en el manto de la Virgen, a todas luces escogida sin pecado original. Así lo reconoció, con retraso, un papa llamado Pío Nono. Todo es dulzura en la Inmaculada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios