Análisis

David Redoli Morchón

Sociólogo, ex presidente de la Asociación de Comunicación Política

Internet: el otro campo de batalla terrorista

Los terroristas ponen tanto énfasis en internet y en las redes sociales para organizar y difundir sus ataques porque saben que la guerra ya no se despliega sólo por tierra, mar y aire. Ahora las batallas también se ganan o se pierden en el ciberespacio. Incluso expertos como Yasmin Green, responsable de I+D de la división de Google que analiza la radicalización online, se han preguntado si podría existir el terrorismo islamista si no hubiera internet.

Internet ha traído enormes ventajas y beneficios a la humanidad. Sin embargo, cuenta con tres elementos inéditos en la historia de la comunicación humana: la inmediatez (las comunicaciones son instantáneas), la globalidad (conectas en segundos con cualquier lugar del planeta) y la accesibilidad (un sencillo smartphone con wifi basta para subir o descargar a la red cualquier información). Además, ha generado el fenómeno denominado por Luis Arroyo como "tribalización digital"; es decir, la balcanización de la información y de la interacción social o, en otras palabras, un proceso psicológico mediante el cual las personas eligen para informarse únicamente aquellas fuentes que refuerzan y confirman sus propios sesgos, mitos, creencias y opiniones.

La propaganda, además, necesita unos escenarios, unos actores, un relato sobre el que basar su mentira. Y, para funcionar de forma eficaz, debe llegar a millones de mentes y de corazones con intensidad. Uno de los más grandes y mejores escenarios del siglo XXI para esto son las redes sociales. De ahí que los yihadistas cuiden tanto la puesta en escena de sus salvajes asesinatos con métodos medievales. Los terroristas saben a la perfección que las redes sociales hacen omnipresente los atentados y cronifican la percepción de la amenaza, incluso cuando los principales medios han dejado de tratarlos. Por ese motivo, Isis y al-Qaeda han convertido internet en su gran terreno de juego comunicacional -una imponente caja de resonancia que perpetúa imágenes y sonidos- que es fundamental para la propaganda bélica.

Las redes sociales son, además, comunicacionalmente perfectas para la forma de organización de los extremistas del yihadismo: no hay un poder central, sino que operan en forma de redes con múltiples nodos. Por ese motivo, los smartphones y las tablets son hoy parte imprescindible del material de todo terrorista, tan importantes como las bombas, los cuchillos y las pistolas. Y muy especialmente entre los jóvenes, esa franja de la población más susceptible de ser captada por la propaganda.

La ofensiva a este serio problema no debe ser sólo militar o policial. También ha de ser comunicacional. Es necesario tomar conciencia de que la realidad social y política siempre es construida a través de la información que recibimos los ciudadanos. Por eso, si queremos erigir un relato que no deje dudas sobre la aceptación del mundo musulmán, pero sí de rechazo al terrorismo yihadista, debemos esmerarnos en la comunicación pública. Se trata de no alimentar la espiral de odio y de belicosidad que persiguen los asesinos.

Con gran inteligencia, la Comisión Europea y el Gobierno británico están contratando profesionales para que produzcan contenidos que se propaguen por Internet para combatir los mensajes de contenidos yihadistas. Y el Departamento de Estado norteamericano ya puso en marcha el Centro para la Participación Mundial con el objetivo de luchar contra la propaganda del ISIS en internet. La Policía Nacional de España cuenta con una de las cuentas de Twitter más exitosas y eficaces de toda Europa (con casi 3 millones de seguidores). Las estrategias de comunicación en redes sociales están en marcha y deberán ser, en consecuencia, otra de las importantes armas de "construcción masiva" de los Estados democráticos para luchar contra la destrucción, la propaganda y la barbarie del salvajismo terrorista.

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