La escena es digna de El Ministerio del Tiempo, con ese tipo bajito vestido de blanco sirviendo limones en el vestuario del Benito Villamarín a los jugadores malteses. Es la suposición más razonable a raíz de los testimonios de los dos jugadores y el ex seleccionador insular en Fiebre Maldini. Limones para resarcirnos de aquel fracaso anterior de Naranjito. Y Camacho y Santillana bufando con espumarajos ácidos de alguna sustancia dopante. Los que ahora acusan de dopaje a los seleccionados de Miguel Muñoz no vieron nunca en el césped a Poli Rincón, a Gordillo y sus cabalgadas o al desgarbado Maceda. Era otro fútbol, el de los nietos de la Furia. Los obreros del pelotón con aroma a Varón Dandy. El guardameta Bonello llegó a participar en un spot de cachondeo sobre la goleada y para entonces, hace diez años, ya teníamos superadas las leyendas de pagos de última hora a los enclenques de La Valetta. Ahora han destapado con sorna general la hipótesis de esos limones servidos por Pacino, el del Ministerio.

Ni siquiera la propia RTVE confiaba en la remontada en aquel diciembre de 1983. La conexión con Heliópolis se produjo ya iniciado el encuentro y José Ángel de la Casa mantuvo su monocorde narración hasta entrado el segundo tiempo. Lo del gallo histórico es signo añadido de la incredulidad general. La docena maltesa, con el gol ridículo que llegó a encajar Buyo, fue el más portentoso reality esférico. El milagro empezó individualmente en las botas de Poli Rincón que al principio de la segunda parte enhebró tres goles, lo que vino a dar alas a todo lo demás. La fe mueve montañas y ensancha las porterías. Eran tiempos futboleros que escapaban a la lógica.

Con razón Poli puede ahora reírse con ironía de todo aquello y asegurar en Más vale tarde que él se dedicó después a la exportación de limones malteses.

Por entonces no había chiringuitos para examinar al detalle el encuentro y regodearse en las proezas. La del 12 a 1 la llevamos en la memoria, aunque esté en youtube. Sin espumas en la boca.

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