Malditos los muros que separan realidades. Que asignan diferentes horarios y normas, que roban la posibilidad de futuros momentos felices, interponiéndose entre un ellos y un nosotros. Malditas las frustraciones de esta generación sin sitio que demuestra mucho más que exige, por la escasa tolerancia y gestión de quienes nos gobiernan. Maldita infancia la mía, correteando siempre al otro lado de aquellas gigantescas piedras pulidas, intramuros. Maldito el tiempo que pasé entre esas mismas paredes altas y concurridas, donde comí, lloré, dormí, soñé o esperé, deseando crecer más rápido para poder salvarlas, ser uno más y ver de una vez qué pasaba al otro lado. Maldita la canción de Taburete que me recuerda siempre esta desdicha. Y aquella de Sabina que hablaba sobre un concierto en un pueblo costero, de paso, también maldita.

Malditos los muros veraniegos y también los invernales que me cercan con cada nueva estación y fraccionan las realidades del que puede y del que no. Maldito este país experto en construirlos. Por todas partes, por todas las ciudades, por todos los lugares habitables, desde donde cada día nacen más y más, como si eso fuera lo único que se nos da bien o lo único que nos es rentable. Malditas las lamentaciones frente a este mazacote, que aparecen errantes desde el otro lado, a medida que la luz baja y la música sube, como el alcohol. Me ha dejado, dice una. Me han despedido, cuenta otro. Esta noche no quiero ni debo pensar. Hasta arriba, por favor. La última y a casa, prometido, mientras levantan los cinco de un modo solemne.

Maldito este abismo que nos empuja a estar alertas, porque nosotros somos sus sentidos que, justo ahora, descansan. Cargados de deberes y de responsabilidades. Maldita la frontera que expande a un lado y al otro, mentiras disgregadoras. Malditos los mitos y las miradas furtivas que se quedan solo en eso. Maldito horizonte que fracciona estos dos mundos tan desiguales. Malditos los tabiques, siempre. Todos ellos. Malditos sean porque diferencian, porque son cadenas, porque excluyen, porque censuran, porque limitan.

Malditas tapias, malditas barras, malditos bares. Malditos los muros, decía, los muros que pagan los alquileres.

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