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Análisis

francisco andrés gallardo

Manuel

Internet y el público más joven son clave en la supervivencia del longevo 'reality'Acumula un promedio del 20,1% de 'share' y más de dos millones de espectadores

Acaba de fallecer Andrew Sachs, un actor de origen judeoalemán que es muy querido en el Reino Unido por su papel de camarero español, con pocas ganas de aprender inglés, en una de las más celebradas comedias de la BBC, Hotel Fawlty, que resistiría el paso del tiempo si le echáramos un vistazo. Estaba a medias entre el Machupichu y el Luisma de Aída, para hacernos una idea de su rol en aquella serie de los 70. John Cleese, protagonista y guionista, se reía así de los tópicos y de los arquetipos en una casa de los líos. Aquel subalterno bigotudo cuando le endosaban un problema se limitaba a escaquearse pronunciando en inglés chicloso "yo no sé nada, yo vengo de Barcelona", frase que podría proponer Oriol Junqueras para su referéndum.

Manuel, Manolo, recortado y desastroso inmigrante, el peor cliché que tendría un inglés de nosotros, fantoche que en la regresión actual han levantado los fachas garrulos de las islas, era un personaje que escoció en TVE cuando se adquirió la serie a principios de los 80 (mejor que no la hubieran comprado). El director general Fernando Castedo, aperturista, se encontró con el Hotel Fawlty de la etapa de su antecesor, Fernando Arias-Salgado, y se topó con un doblaje donde el catalán Manolo, por pudor hipócrita, se convertía en Paolo, italiano, complicándose todo y retirándose la serie a la segunda sobremesa por un bochorno mayor. Por cierto, fue justo trece días antes del 23-F. Los británicos de aquel tiempo no tenían mejor castellano cuando se oreaban por la Costa del Sol. Manuel era un chiste en sí mismo.

Lo de Hotel Fawlty mostraba en 1981 una TVE aún manoseada por la censura y los prejuicios carcas. Pero en la catalana TV3, en 1986, lo hicieron aún peor: Manuel se convirtió en mexicano. En Canal Sur creemos recordar que se atendió a la versión original. En 1975 los ingleses se reían de nosotros porque por entonces sabían reírse de sí mismos. Ahora mismo ya no sabemos. Pero está claro que en España nunca hemos superado nuestros propios complejos.

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