Esta semana ha estado en Madrid impartiendo conferencias Martin Wolf, comentador económico jefe de Financial Times, uno de los tres periódicos más influyentes del mundo.

No es frecuente que un periódico cuente con un economista en la redacción que ejerza una influencia tan grande sobre la opinión pública. Otros periódicos de gran influencia no lo tienen. Suelen estar en las universidades y en grandes bancos y compañías financieras.

Paul Krugman disfruta de una enorme influencia, pero es profesor en la universidad; no está metido en la redacción de The New York Times. The Wall Street Journal se encuentra en la misma situación. Aunque cuenta con Robert Barro (uno de los economistas académicos más prestigiosos), solo escribe editoriales y rara vez firma con su nombre. The New Yorker (la revista de los intelectuales en EEUU) cuenta con John Cassidy. Pero al estar la revista dirigida a un público muy diverso -historiadores, artistas o ingenieros-, a los que somos economistas nos resulta simple y poco capaz de elevarse en sus razonamientos económicos.

El caso de Wolf es extraordinario porque siendo inglés logra que sus artículos de opinión en Financial Times tengan una gran influencia al otro del Atlántico, en EEUU, en donde los periódicos que hemos mencionado cuentan con enormes recursos y prestigio.

Por supuesto, una de las razones de esa influencia deriva de escribir en inglés. Pero es su visión centrada y poco ideologizada de la economía, lo que le hace aparecer como un comentarista ecléctico, dispuesto a cambiar de opinión sobre complejos problemas económicos, si le demuestran que comete un error.

Esa visión centrada no solo se refiere a difíciles discusiones técnicas; se refiere, también, al papel del Estado en la economía, la conveniencia o no de modificar los impuestos y el gasto público para conseguir determinados objetivos de política económica y a muchos otros sobre los que, teniendo una concepción previa, la modifica porque los hechos lo demuestran o porque una nueva visión interpretativa lo aconseja.

Esta es la vía más difícil para un comentarista, ya sea sobre temas económicos o políticos, porque no adopta una postura ideológica previa a través de la cual lo interpreta todo. Un posicionamiento político o económico ideológicamente claro le permite al comentarista interpretar el mundo de manera más simple, no teniendo que realizar análisis más complejos.

Durante toda la crisis ha estado defendiendo un papel poderoso del Estado para salir de la misma. En política monetaria, apoyando las compras masivas de títulos por parte de los bancos centrales y reduciendo al mínimo los tipos de interés. En política fiscal, abogando por una expansión del gasto público para impulsar la demanda. En fin, frente a los que ahora abogan por salidas rápidas de esas intervenciones, defiende unas medidas pausadas, que permitan reconducir a las economías hasta escenarios más normales, menos excepcionales, que los que estamos viviendo.

La salida tan fuerte que la economía española está mostrando -a pesar de grandes problemas- después de una durísima crisis, le hecho manifestar su admiración por lo que España ha hecho en los últimos años. Lo que dicho desde Financial Times es de agradecer.

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