No confían excesivamente el uno en el otro, pero creen los dos que están condenados a entenderse. Es más, Pedro Sánchez está dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir convertirse en presidente del Gobierno y, mientras no haya elecciones, eso solo es posible con el apoyo de Pablo Iglesias. Cuando le explican a Sánchez que no salen las cuentas responde, crecido, que tampoco salían cuando se le decía que no tenía ninguna posibilidad de recuperar la secretaría general y ahí está, en su despacho de Ferraz dedicando todos sus pensamientos a hacerse con La Moncloa.

Sánchez e Iglesias han vuelto a la escena del sofá que vivieron en varias ocasiones hace más de un año, cuando Sánchez intentaba lo mismo que ahora, ser presidente. Iglesias se deja querer, como hizo antaño, y lo que no se entiende es que Sánchez repita la historia después de lo que él mismo considera que fue un engaño, pues después de que Iglesias le hiciera creer que la operación estaba hecha puso sobre la mesa condiciones inaceptables: no con Ciudadanos -previamente ya había dicho Ciudadanos que no con Podemos- y todas las carteras relevantes más la dirección de RTVE para Podemos, además de varios asuntos relacionados con puntos programáticos. Aquello rompió las negociaciones y fracasó la investidura.

Sánchez tiene muchos defectos, pero no se rinde. Varios de sus compañeros, incluso incondicionales, confiesan que a La Moncloa se llega a través de las urnas, no con mociones de censura, pero no se atreven a decírselo a Sánchez o, si se lo dicen, no les escucha. Porque no piensa en otra cosa, en gobernar como sean. Y para eso necesita a Iglesias desesperadamente. Un matrimonio de conveniencia. Aunque, sin más familia, no conquista el Olimpo.

La reunión de ayer la dedicaron a buscar los puntos de acuerdo con los que hacer oposición al Gobierno y desbancar a Rajoy. Esto último es lo que de verdad importa a Pedro Sánchez.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios