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Análisis

rogelio rodríguez

'Panaché' de sondeos, complejidad y desconcierto

Todas las encuestas coinciden -escaño arriba, escaño abajo- en servir un menú poco apetitoso

El conflicto catalán ha hecho que el consumo de sondeos alcance el mismo nivel que obtendrá el turrón en fechas inmediatas. Nunca como hasta ahora unos comicios autonómicos habían causado tanta expectación y preocupación en todo el país, y es que también nunca, desde la instauración de la Democracia y salvo la asonada del 23-F, se había producido un hecho tan grave como el levantamiento secesionista en Cataluña. Las cocinas del CIS y de los distintos institutos de opinión trabajan a destajo. Un experto en farras estadísticas me decía esta misma semana: "Hay que precisar muy bien los aromas. Un plato mal condimentado puede espantar al cliente, pero donde hay queso, tiene que oler a queso". ¿Y a qué huelen las elecciones catalanas?, le pregunté. "A panaché de complejidad", contestó.

Todas las encuestas coinciden -escaños arriba, escaños abajo- en servirnos un menú poco apetitoso. No porque la presunta derrota de los independentistas no merezca brindis con los mejores cavas, sino porque la supuesta victoria constitucionalista resultaría inocua si no permite formar un Gobierno que inicie con ciertas garantías el largo y tortuoso camino de la recuperación social y el orden institucional. El artículo 155, aplicado con mesura, ha tabicado la insurrección, pero la madre que la parió no ha dejado de estar en celo. Hay cuestiones que no necesitan someterlas a encuesta: pase lo que pase el próximo día 21, continuará activo el drama antiespañol implantado en los tuétanos de una mitad de la sociedad catalana.

Se trata de un hecho tan asumido, tan repulsivo para millones de ciudadanos, tan irresoluble a ojos vista, que -según el CIS- el asunto ha comenzado a perder peso en la mochila de las grandes preocupaciones de los españoles, situándose ya en cuarto lugar, después del paro, la corrupción y la gestión de la clase política. A veces, el pueblo es sabio, activa sus autodefensas y sortea el interés de los embaucadores.

Pero el humor es tornadizo, los motivos se suceden y las inquietudes se circunscriben con frecuencia a un decimal del presente. Y el presente demoscópico en la región que tanto ocupa y preocupa dice que Ciudadanos puede ganar las elecciones del próximo día 21, aunque lejos de una mayoría suficiente y a expensas de lo que obtengan sus posibles y ásperos coaligados. La victoria de Ciudadanos (C's) sí sería una admonición de las expectativas que concita el partido que encabeza la angelical Inés Arrimadas en la turbulenta Cataluña y España comienza a mirar a Albert Rivera como el nuevo galán del centro derecha.

Y dicen las encuestas que la independentista ERC mantiene sus posibilidades, a la par de C's, a pesar de que su gran profeta, Oriol Junqueras, esté en la cárcel y su cabeza de cartel sea Marta Rovira, un halcón independentista, nieta de alcalde franquista, que ha saltado a la fama por su deslenguada capacidad para divulgar infundios y calumnias.

El resto de la colecta, que se presume histórica, se reparte entre otras cinco formaciones: Junts per Catalunya, que ocuparía la tercera posición, liderados desde Bruselas por el fugado Puigdemont, el más esperpéntico político que registra la memoria, lo que retrata a ese significativo porcentaje de consultados que apuestan por restituir al convicto en la Presidencia de la Generalitat; el PSC, en creciente estado electoral, pero lejano de mieles pretéritas y pleno de ambigüedades del desayuno a la cena; la CUP, que pierde centímetros en su reducido caladero antisistema y con pocas papeletas para reeditar su pavoroso protagonismo; el PP, que paga factura por su desaborido pasado y desprestigiado presente; y, por último, los Comunes y Podemos, capitaneados en la cita plebiscitaria por el historiador de movimientos sociales Xavier Domènech, pero bajo el generalato de Ada Colau y Pablo Iglesias, que, aunque se presume que obtendrán un resultado residual, podrían determinar la composición política de la nueva Generalitat. ¡Ahí es nada!

Las encuestas aún no ofrecen porcentajes sobre días de desaliento, pero sus predicciones conducen a otra ocasión perdida. Queda la esperanza de que el voto oculto contrario al secesionismo les saque los colores. La ocasión la pintan calva.

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