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Sólo unos minutos bastan para comprobar que Mad in Spain es una mala elección para la noche del domingo en Telecinco. Eso y los datos de audiencia que ha obtenido en sus primeras emisiones. Un programa tan casposo solo podía tener cabida en verano y posiblemente lo aguanten hasta el final de la época estival porque no tienen mucho que perder. Ya sólo con el anuncio del nombre del formato la cadena hacía presagiar lo peor. Y tras tres emisiones ha quedado patente que así ha sido. Recuperar el espíritu del añorado Moros y Cristianos le ha salido mal a Mediaset. Eso de imitar a un programa que en su día tuvo éxito sin estar a la altura es un fracaso asegurado. El plató se convierte en un gallinero desde el primer momento. Tanto los colaboradores de la mesa de debate como el público se saltan a la torera las normas mínimas que requiere un formato de estas características, algo que hace que los espectadores no nos enteremos de nada. Después nos quejamos de Sálvame. Algunos de los temas a debatir no son nada atractivos. Generan morbo, pero no aportan nada. Un ejemplo es el de las mujeres que hablan de sexo. El programa preguntaba a los invitados y a los espectadores si las mujeres que tocan el tema asustan o gustan. ¿De verdad en el siglo XXI hay necesidad de hacer esa pregunta? Lo peor de todo es que un hombre que había en plató insultó a las mujeres que hablan de un tema tan normal como otros. Los famosos que acuden al plató a debatir cansan. La mayoría son los mismos que vemos en Telecinco durante los debates de Supervivientes o Gran Hermano o los que van a otros programas de la cadena a hablar de su vida privada. Y algunos de los nuevos sobran. Salvador Sostres es uno de ellos. Hay que respetar las opiniones de las personas pero el periodista pasa la barrera de lo retrógrado, algo que una cadena por privada que sea no debería permitir. Al escucharle dan ganas de cambiar de canal o directamente de apagar la televisión.

En Mad in Spain los componente visuales tampoco ayudan a que sea agradable para la vista. Tanto el plató como los grafismos parecen sacados del siglo pasado. Lo mejor es Jordi González, que una vez más pone el punto de cordura en el gallinero. Su compañera Nuria Marín está mucho mejor en Cazamariposas, donde su presencia es fundamental. En Mad in Spain no aporta gran cosa y el momento que protagonizó hace una semana cuando una mujer del público le agredió fue innecesario. Tan innecesario como este formato en la programación de Telecinco.

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