TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

Análisis

Juan Ruesga Navarro

Romper el techo de cristal

Sevilla no tiene techo de cristal, tiene una auténtica urna. Me explico. Se llama habitualmente techo de cristal a una especie de barrera en la vida laboral de las mujeres que les impide seguir mejorando y llegar a puestos de dirección y alta responsabilidad. Esta barrera es más significativa y más difícil de romper porque no está constituida de dispositivos sociales establecidos, códigos o normas visibles, sino que está construida sobre la base de rasgos sociológicos que por su invisibilidad no son fáciles de detectar.

A veces tengo la sensación de que Sevilla como ciudad tiene techo de cristal. Cuando parece que Sevilla va a dar el salto que necesita, sin motivos aparentes nuestra ciudad no desarrolla todo su potencial, bien porque el Puerto se limita de calado, porque toda expansión empresarial parece sospechosa, porque la industria aeronáutica se sitúa en San Jerónimo...

Por algún motivo estamos también estancados en población. Sevilla está estabilizada en los 700.000 habitantes desde la Expo del 92, cuando veinte años antes, es decir, en 1970, solo éramos 550.000 sevillanos. Este estancamiento ha coincidido con la expansión del área metropolitana, que suma otros 700.000 habitantes. Lo que parece claro es que sobre Sevilla actúan varias tensiones que no permiten dar el salto a pesar de ser el centro de una importante área metropolitana y capital administrativa de una autonomía de amplio territorio y la más poblada de España, con más de ocho millones de habitantes.

Se leen opiniones, por ejemplo, sobre que la ciudad está en peligro por demasiadas visitas turísticas justo en el momento en el que se puede consolidar un sector turístico potente, y que tenemos múltiples visitantes durante todo el año que aumentan cada temporada. Después de buscarlos durante muchos años, justo ahora, los turistas estorban. Me parece una gran hipocresía defender y buscar las declaraciones de monumentos sevillanos como Patrimonio Mundial y no querer turistas. ¿Para qué creen ustedes que sirven, en primer lugar, las declaraciones de Patrimonio Mundial de un monumento o ciudad? Pues para aumentar el número de visitas turísticas. Así de claro. Por ejemplo, Antequera recibe un 79% más de visitantes desde la declaración como Patrimonio Mundial de los Dólmenes de Antequera hace solamente un año. "Es el cumplimiento de un sueño de seis siglos", decía emocionado el alcalde de la ciudad malagueña. Y todos esos visitantes son ingresos.

Según datos oficiales, el Alcázar aporta un millón de euros anuales al Ayuntamiento. Los beneficios de la Mezquita de Córdoba equivalen al 1,5% del PIB de la provincia cordobesa. Ésta es la situación. Creo que una posición sensata es encauzar adecuadamente todo ese potencial y no negar lo que es una realidad, y aprovechar para que Sevilla, rompiendo el techo de cristal, esté presente en el mayor número de organismos nacionales e internacionales relacionados con el patrimonio monumental y el turismo. Los dos conceptos están íntimamente ligados, ¿o creemos que vienen los turistas por el agradable clima de nuestro verano?

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