DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Fernando Gil recreó un príncipe Felipe de cartón y se convirtió en un galán Juan Carlos I de algodón dulce. Como monarca en la televisión no ha tenido fortuna, pero como rey de la noche, aún menos. Nos quedamos con su papel en La tira (la reponen por las mañanas en Atresmedia), donde era el alelado de la pareja de porteros de la discoteca. En la serie Anclados (en FDF, todo sea reponer comedias en nuestra desesperada TDT) es un falso tipo duro, un cabeza hueca simpático que engarza con el papel que pretende hacer en No es un sábado cualquiera, el último desastre de la oferta de entretenimiento de TVE.

Fernando Gil es un gran tipo de estatura, no mal parecido y un actor que aún tiene que mejorar en muchos aspectos. La vis cómica no la tiene tan desarrollada y el gran público no lo puede relacionar con un presentador estelar o como un anfitrión irresistible. Por ahí arranca con notable carencia el show tintineante de La 1, un especial navideño sin ton, ni son, ni guión. Un espacio nocturno de números deslavazados, retos sin imaginación a los invitados y una sensación de no saber qué se quiere hacer. Si el pobre de Fernando no da más de sí, no tiene la culpa de que el programa no se vea, pero sobre sus anchos hombros sí debe recaer que al ser el rostro que debe atraer y conducir, en realidad nos ilusiona bien poco. El programa no es malo por su culpa, pero no hace gran cosa para enmendarlo.

Se entiende que La 1 quiera cumplir su vocación de atender a toda la familia y a generar formatos blancos, con su humorista, su cantante y su lucecita, que aspiren a gustar a todo el mundo. Aunque No es un sábado cualquiera no era el formato que la gente deseaba ver, por antiguo. No es un Galas del sábado o un Palmarés adaptado al siglo XXI. Ni hacía falta. En los sábados de este siglo el espectador no se sienta a ver Noche de fiesta. Canal Sur, pese a sus defectos, encontró la horma, aunque nos harte: un talent musical. Las canciones y coreografías puestas al tuntún ya no despiertan el interés de un público que tiene mejores cosas que hacer.

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