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Análisis

carmen pérez

Salir de la droga financiera no será fácil

No, no va a ser fácil acabar con el dopaje del Banco Central Europeo. La buena marcha de la economía del pasado año permitió a Mario Draghi iniciar el abandono de los estímulos. Por entonces, dejó planificado el camino hacia la normalización financiera, aunque de forma muy gradual y sin cerrar ninguna puerta. Ayer se celebró una nueva reunión del Consejo de Gobierno del BCE. En esta ocasión, con la expectación puesta en si la debilidad de los datos económicos recientes de la eurozona iban a obligarle a reevaluar sus cálculos. No obstante, Draghi no ha alterado en absoluto su hoja de ruta.

"El misterio de la desaceleración de la Eurozona", "La economía de la Eurozona: ¿una desagradable sorpresa?" o "La debilidad de la zona del euro plantea la perspectiva de una larga despedida para el estímulo de la crisis" son los títulos de algunos artículos del Financial Times de estas últimas semanas donde se resaltan las debilidades de la eurozona.

Es verdad que algunos autores de ese periódico suelen ser agoreros, no sin cierta alegría, con nuestra economía. Pero contienen datos. Y los datos no son subjetivos.

La producción industrial cayó un 1,6% en febrero. Las exportaciones descendieron un 3,2% desde enero, la mayor caída desde agosto de 2015. En Alemania, el indicador ZEW, uno de los más vigilados del país, que mide la confianza en la economía, cayó en marzo a un mínimo de cinco años. El índice Sentix, que evalúa el sentimiento de los inversores para la eurozona, descendió en marzo por tercer mes consecutivo. Gavyn Davis, el autor de uno de esos artículos, lo resume: "El optimismo se ha debilitado por una desaceleración repentina y bastante brusca de la actividad en la zona del euro, una región que hasta hace poco lideraba la expansión mundial".

Draghi, ayer, reconoció la existencia de este estancamiento: "Casi todos los países de la zona euro han experimentado una moderación del crecimiento o una pérdida de momentum". Sin embargo, prefirió darle a la economía el beneficio de la duda y no cambiar en nada el plan programado. Confía en que el crecimiento se mantenga sólido, y achaca esta situación a factores puntuales como el frío extremo, las huelgas, la fecha de la Semana Santa, y a la amenaza de guerra comercial lanzada por EEUU.

La reunión de junio será decisiva. Entonces no tendrá más remedio que pronunciarse sobre si la compra de bonos seguirá el próximo año, lo que conllevaría que el aumento de las tasas de interés se retrasaría. Además, todo dependerá de la inflación, la única variable por la que el BCE decide actuar en uno u otro sentido. Las estimaciones la mantienen en los próximos años por debajo del 2% objetivo. Si se disparara, por el incremento de los precios de la energía o de las materias primas, se aceleraría sin más remedio la retirada de estímulos. Si deja margen, y persiste la debilidad de la eurozona, podría incluso incrementarlos. En este último caso, la tragedia estaría al llegar la próxima recesión, que llegará, porque el BCE se encontraría con sus armas gastadas: sin salir del dopaje actual, tendría que diseñar una nueva droga que suministrar para volver a activar la economía.

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