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Han pasado algo más de nueve años desde que Juan José Asenjo Pelegrina tomaba posesión, el 17 de enero de 2009, como arzobispo coadjutor de Sevilla con derecho a sucesión. Un cargo rarito, difícil de sobrellevar, que sólo se ha nombrado en España cuatro veces en el último siglo, dos de ellas en Sevilla. En noviembre de ese año, tras aceptar el papa Benedicto XVI la renuncia del cardenal Carlos Amigo Vallejo, le sucedió en el cargo. Hoy la Archidiócesis de Sevilla es una de las mejor gestionadas de España, quizá la que más. Eso se deduce de los datos: es un dique contra el ateísmo y la secularización. Antes, en España, la reserva espiritual estaba en el Norte. Ahora se encuentra en Andalucía; y en Sevilla principalmente.

El arzobispo Asenjo participó ayer en los desayunos informativos que organiza la Fundación San Pablo Andalucía del CEU. Reconoció que llegó a Sevilla con temor. Pero considera una suerte ser arzobispo de esta diócesis, en la que el 96% de sus habitantes estaban bautizados en 2015. Se estima que los bautizos han bajado un 10%, igual que las primeras comuniones y los matrimonios canónicos, sólo han aumentado las confirmaciones. Aun así, es muy alto el índice de quienes se consideran católicos. Aunque no se habló apenas de hermandades y cofradías, Asenjo destacó que las valora. Un arzobispo "no puede estar en contra, ni de espaldas" a esa realidad. Desde el principio, se marcó el Seminario como una prioridad. Ahora hay 80 seminaristas, suficientes para cubrir las necesidades locales, pero no para enviar a diócesis con más carencias.

Sevilla ayuda a diócesis pobres con los ingresos del IRPF. Aquí se recaudan 9,5 millones de euros. Aunque bajaron los contribuyentes un 2,4%, subió ligeramente la asignación. Defraudar a Hacienda es pecado y hay que confesarlo. La alta inversión en patrimonio fue destacada por monseñor Asenjo. Desde 2010, con la crisis, no reciben nada, ni de la Junta ni del Gobierno.

Llamativo fue lo que dijo sobre el Corpus. Dejaría sólo la Custodia con el Santísimo, que debe ser lo esencial. Y limitaría las representaciones a cinco hermanos por hermandad (¿estandarte y cuatro varas?), pero ni lo intenta, sabe que es imposible. Asume la herencia, la tradición, el pasado. Asume todo lo que es capaz de asumir. Asume que Sevilla es una suerte, con sus cosas. Y digo yo que puede que sea su cruz, con la que cargar el peso de la vida.

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