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Análisis

Rogelio Velasco

Un banco en busca de un economista

Conocí a Paul Romer en la primavera de 1990, cuando tomé el curso de doctorado que impartía sobre crecimiento económico, en la Universidad de California, en Berkeley. Muchos años más tarde, en el invierno de 2011, tuve la oportunidad de volver a tratarlo en la Universidad de Nueva York, en cuya escuela de negocios impartía clases, mientras me dedicaba a investigar sobre emprendimiento.

Romer es un economista de gran prestigio, gracias, sobre todo, a su artículo titulado Cambio Tecnológico Endógeno, en donde logró superar de manera brillante la explicación del crecimiento económico debida al premio Nobel Robert Solow.

Ese historial académico, junto a las investigaciones que realizaba en la Universidad de Nueva York sobre la construcción de nuevas ciudades en el mundo, con planeamientos revolucionarios, le valieron el nombramiento de economista jefe del Banco Mundial.

El Banco con sede en Washington, cuenta con un enorme servicio de estudios en donde se realizan numerosas investigaciones sobre economías y problemas de los países emergentes -desde la pobreza y la desigualdad, al medio ambiente- pero también otras que se refieren a todos los países, incluyendo los desarrollados. Una de ellas, es el Doing Business, que analiza el entorno para llevar a cabo actividades económicas privadas.

Ésta es una investigación muy seguida por académicos y analistas internacionales, porque indica las facilidades u obstáculos para que los países crezcan y creen empleo, señalando el camino de la prosperidad. Variables como la facilidad y el coste de abrir un negocio, obtención y coste de la electricidad, el cumplimiento de contratos o el pago de impuestos, entre otras, se cuantifican para los casi 200 países del mundo. De ese ejercicio, se obtiene un ranking que clasifica a los países en mejores o peores para desarrollar las actividades económicas.

El Banco ha llevado a cabo varias modificaciones para afinar el ranking. Entre 2006 y 2014 se produjo un cambio metodológico, modificando algunas variables y su peso. Uno de los países perjudicados por esos cambios ha sido Chile, que pasó del puesto 25 al 57. De no haberse producido los cambios, habría perdido sólo dos posiciones.

Pero durante ese periodo de tiempo, se produjeron cambios en el Gobierno: de la socialista Bachelet, al liberal Piñera y, nuevamente, Bachelet.

Los comentarios de Romer en una entrevista, que la caída de Chile podría deberse a un sesgo ideológico contrario a los gobiernos de Bachelet, han desatado una queja diplomática en el país austral y una tormenta en el Banco. A Paul Romer le ha costado su puesto (y, de camino, a Ana Revenga, española y subeconomista jefe del Banco) y puesto en entredicho la fiabilidad del Doing Business.

Es cierto que algunos cambios deberían introducirse. Por ejemplo, las infraestructuras públicas o la seguridad en los países -que, por cierto, beneficiarían enormemente a España- deben contemplarse. Pero no lo es, que el Banco Mundial tenga un sesgo ideológico en sus análisis que perjudiquen a unos países frente a otros por el color de sus gobiernos.

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