Análisis

Joaquín Aurioles

La cuarta revolución industrial y el empleo

En BBVA Research llevan algún tiempo dando vueltas al tema del empleo y la revolución digital. Según sus estudios, podría afectar al 36% de las actuales ocupaciones en España, aunque en otros países con una base industrial más amplia el porcentaje es todavía mayor. ¿Qué se puede hacer? Según los autores, mejorar la eficiencia del mercado de trabajo. También la Organización Internacional del Trabajo (OIT) está preocupada con el mismo asunto y por ello creó en agosto del pasado año la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo.

Asistimos a una cuarta revolución industrial. Al menos es lo que se dio a entender en la reunión de Davos de 2016, donde los 2.500 asistentes debatieron sobre los grandes retos que están planteados en el planeta, entre los que destacan el cambio climático, el agua, las migraciones, los ataques cibernéticos, el terrorismo, las armas de destrucción masiva... y el desempleo en el contexto de la revolución digital. En la industria es donde el riesgo de destrucción de los empleos tradicionales es más elevado debido a que las rutinas son fácilmente sustituibles por autómatas, pero también en algunos servicios como el transporte, las finanzas o la distribución comercial.

Las principales oportunidades, según la OIT, aparecen en el entorno de la propia revolución digital, es decir, la adaptación de internet a la industria y la conexión en red de dispositivos inteligentes, pero también en torno a los grandes cambios que la acompañan. El primero es la globalización. Las anteriores revoluciones industriales trajeron consigo el mercado y el estado-nación y, con ello, la emancipación del individuo de sus anteriores ataduras familiares y comunales. El mercado y el estado se repartieron la responsabilidad de satisfacer las necesidades de alimentación, vestido, seguridad, empleo, vivienda, salud, educación o jubilación. En la actualidad, ambos están sometidos a revisión, con sus consiguientes repercusiones en materia de empleo relacionado con la seguridad y la gestión masiva de información. El estado porque la comunicación digital ha acabado con la inviolabilidad de las fronteras tradicionales. El mercado, por la proliferación de casos de no aplicación del principio de exclusión (quien no paga queda excluido) y por las dificultades de regulación de nuevas formas de competencia en red, como la finanzas digitales. El cambio climático ofrece un nuevo campo de oportunidades de empleo, no sólo en terrenos tan obvios como las energías renovables, sino también en actividades tradicionales, como la producción de alimentos. El tercer cambio es de naturaleza demográfica y tiene que ver con la movilidad de las personas y el aumento de la esperanza y calidad de vida. Por último, un cambio de naturaleza geoestratégica relacionado con el desplazamiento del poder político y económico a oriente y la consiguiente incertidumbre sobre el futuro de Europa.

En clave andaluza y en término estrictamente de empleo, las perspectivas para una economía de servicios y con elevado potencial agrario podrían ser favorables, siempre que se consiga acabar con el atasco en la definición del modelo educativo.

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