En 1959, el físico C.P. Snow impartió una conferencia titulada Las Dos Culturas en la Universidad de Cambridge, convirtiéndose más tarde en libro -de no fácil lectura- con el mismo título.
En el libro, Snow formuló la tesis de que toda la vida intelectual en los países occidentales estaba dividida bajo dos etiquetas: ciencias y humanidades. El contenido y el debate extraordinario que provocó posteriormente colocan a esta obra como una de las más importantes del siglo XX.
Snow explicaba que en numerosas ocasiones se había sentido denigrado por los comentarios de personas con elevada formación -humanística- que asistían a una reunión, porque consideraban a los científicos poco menos que analfabetos. Snow se preguntaba si esos mismos que criticaban a los científicos sabían que era la segunda ley de la termodinámica o conceptos básicos de la física como la gravedad, la aceleración, etc. Algo así tan básico como el equivalente a una obra de Shakespeare en el mundo de las humanidades.
Snow aprovechó las críticas a su libro y a su tesis para criticar, asimismo, al altamente humanista y elitista sistema de educación en el Reino Unido. El sistema universitario establecido en la época victoriana recompensaba de manera exagerada la formación tradicional -especialmente en latín y griego- frente a las ciencias puras y aplicadas. Como consecuencia de este tipo de formación, las élites políticas, intelectuales y económicas, carecían completamente de conocimientos y de criterios sólidos para gobernar el país y sus empresas, en las que se estaban introduciendo, a gran escala las innovaciones derivadas de las revoluciones industrial y científica.
A este problema se enfrenta estos días el Reino Unido en la negociación del Brexit con la UE. De los tres asesores y negociadores británicos principales, solo uno de ellos tiene formación científica, mientras que los otros dos están especializados en historia y lenguas clásicas. Y no incluimos a unos de los líderes del Brexit y actual ministro de Exteriores -el payasesco Boris Johnson-, también especializado en lenguas clásicas, que ha afirmado que "ganaremos por los mismos motivos que los griegos derrotaron a Persia en Maratón". Ese ridículo comentario demuestra que el equipo británico es completamente inadecuado para la negociación y no entenderán cuestiones clave científicas o económicas, afrontando catastróficas consecuencias.
En España hemos seguido la misma trayectoria. Poetas, historiadores, juristas, humanistas, han sido personajes clave en los gobiernos de nuestra historia y como ha ocurrido en el Reino Unido, han ignorado para puestos de responsabilidad política -y despreciado intelectualmente- a científicos e ingenieros, claves en nuestras modernas sociedades en donde los temas tecnológicos y económicos se encuentran en primer plano y exigen una formación técnica.
Sonrío cuando amigos y conocidos hablan de imitar el modelo sueco o alemán. En esos países, la opinión de científicos e ingenieros se ha tenido siempre en cuenta y se les ha mostrado el mayor respeto intelectual. En nuestras sociedades, nombramos a personas para altas responsabilidades con el único criterio de la confianza personal. Echen una vista a la formación de nuestros parlamentarios.
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