La gala de Gran Hermano del jueves pasado obtuvo un 16,5% de share, el mínimo de esta edición y su peor dato en los últimos dos años. La recta final del concurso se está haciendo insoportable hasta para los que hemos seguido el programa y somos fans desde sus inicios. Sin duda esta es de las peores ediciones del reality. Son varios los elementos que han hecho que el formato decaiga como nunca, decepcione a sus fieles y dé la razón a sus detractores.

Desde el comienzo la palabra tongo ha perseguido a la edición. Es sospechoso que por primera vez en la historia solo tres llamadas de diferencia decidieran una de las expulsiones más importantes de la trama, que los sorpassos hayan sido constantes y descarados o que la caja de la repesca la abriese la concursante indicada en el momento indicado. Si para muchos el concurso carecía de naturalidad, todo eso ha hecho que la manipulación esté bajo sospecha durante estos tres meses, perdiendo la magia que siempre ha caracterizado a Gran Hermano. Para intentar paliar la marcha de Mercedes Milá se han inventado algunos elementos que no han ayudado nada a la fluidez del reality. El primero es el club, ese habitáculo al que hay que entrar como requisito para ser ganador - cuando el único requisito debería ser haber entrado en el concurso - y en el que sus miembros cuentan con información extra como las nominaciones de sus compañeros. Así nunca podrá haber un Pepe Herrero que juegue con una estrategia perfecta, que haga cómplices a los espectadores y deje desconcertados a sus compañeros. Sería importante que en futuras ediciones las nominaciones volviesen a ser secretas y todos jugasen en igualdad de condiciones. Otra de las invenciones fue el concursante número 17. Este concursante no era otro que la audiencia que a través de la aplicación decidía algunas cosas como quien entraba en el club o en el apartamento. Metieron a la audiencia como concursante con calzador, ya que de alguna manera había que hacer que el grupo minoritario, formado por Adara y Bárbara, dos de las grandes protagonistas de la edición, cobrara el protagonismo que estaba perdiendo. El apartamento es otro de los elementos que ha forzado alguna de las tramas que dentro de la casa no terminaban de fluir.

Para no hacer leña del árbol caído vamos a dejar a un lado al presentador. Que la marcha de Mercedes Milá ha afectado y continuará afectando al reality en futuras ediciones es un hecho, pero el declive no solo ha sido por tener a Jorge Javier al frente. La elección de los concursantes ha sido de las peores de la historia del formato. En Gran Hermano, como en la vida, tiene que haber peleas, puntos de vista diferentes, disparidad de opiniones. Pero de ahí a pasarse los días gritando e insultando hay un gran paso y en esta ocasión las malas formas han sido excesivas, cansinas e innecesarias. No ha habido término medio. Ha habido concursantes muebles y concursantes excesivos. Menos mal que en menos de dos semanas la edición llega a su fin. Esperemos que la edición número 18 remonte, sino será mejor hacer una retirada más o menos a tiempo.

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