El final de la Feria larga ha coincidido con la final de la Copa del Rey. El fútbol se mezcla con todo lo sevillano. La cosa empezó con el pescaíto, que forzó el adelanto a la mañana del sábado primero del partido Sevilla-Villarreal. Siguió con un Betis-Las Palmas el jueves de Feria, ya en la segunda parte de la fiesta larga. Y termina hoy, con la final de la Copa entre el Sevilla y el Barcelona. Algo más que un partido. No se habla de otra cosa, porque no se sabe lo que pasará. Ni en el terreno de juego, ni en las gradas, ni en el palco. Desde diversos ámbitos, empezando por Bartomeu, han intentado politizar el partido. De modo que parece que el fútbol es lo de menos.

En los últimos años, la final de la Copa del Rey la suelen disputar el Barcelona y otro equipo. A diferencia del Real Madrid de Cristiano Ronaldo, que casi todos los años se cae del cartel copero (y eso que se ahorran en esfuerzos, para preparar su Liga de Campeones), el Barcelona de Messi es un fijo en las finales de Copa del Rey. Más que por ser monárquicos es por ser republicanos. Parece que uno de sus principales objetivos de cada temporada es disputar la final de Copa para que sus hinchas más radicales piten el himno de España. Otros años, como el anterior, en el palco estaban Puigdemont y algunos consejeros hoy procesados. Siempre les quedará la alcaldesa, Ada Colau, que se contenta con quitar una calle al almirante Cervera por facha. De la guerra de Cuba ya no se acuerda nadie, pero del procés y de la rebelión del 1de octubre estamos hartos.

Esa hartura se traslada a la final de Copa del Rey. Es habitual en los últimos años. Cuando el Barcelona disputaba la final contra el Athletic de Bilbao o el Alavés, los radicales de unos y otros competían a ver quién abucheaba más fuerte. Por el contrario, al disputar la final de este año el Sevilla, se vuelve a crear un espacio plural, como en 2016, en el que también se puede aplaudir el himno, airear banderas de España y todo eso que mosquea a los otros.

Al final del partido, ya veremos lo que pasa, deportivamente hablando, por supuesto. Al final del partido, para bien o para mal, ya nadie se acordará de la Feria larga, que ha venido para quedarse, hasta el año que viene si Dios quiere, según ha recordado el alcalde, Juan Espadas, razonablemente satisfecho con el resultado de aquella consulta popular que montó.

Entre la Feria y el fútbol, Sevilla está hoy de actualidad: la final es el final.

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