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Análisis

José Ignacio Rufino

Donde hay grúas hay alegría

Hay dos formas de crecer en construcción: con fundamento económico o con insostenible burbuja financieraSobrecoge en la capital alemana la proliferación brutal de obras de nueva construcción y reforma

Económicamente, donde hay grúas hay alegría. De alegrías hay una gama de grises; entre el blanco de un fundamento económico y financiero que arrastra al sector de la construcción y el negro -es cuestión de tiempo- de la burbuja del mismo, inflada por el "estamos que lo regalamos, oiga" del crédito. De esto último, del negro bumerán del auge de la construcción, sabemos los españoles mucho: tenemos un máster eminentemente práctico -alguno adquirido a base de disgustos en el propio patrimonio- y aunque tenga menos papeles que el no-máster de Cifuentes, nos ha aportado una cultura financiera impensable hasta entonces en los españoles (veremos cómo andamos de memoria sobre ese largo y tortuoso camino, y cuánto de ese saber traumático llegará a las jóvenes generaciones de compradores de casas, condición genética de los naturales de España). Ahora, con desigual distribución por el mapa -urbes mayores y menores, costa, interior, primera o segunda, inversión o vivienda propia-, la venta de pisos y casas se reactiva de forma sostenida pero no acelerada. El poliedro de causas para tal renacer es variopinto: el casado casa quiere, el crédito sigue por los suelos y los bancos comienzan a hablar de nuevo de hipotecas, los alquileres han subido como la espuma, hay un importante parque de viviendas y suelo que quedó colgado por una depresión económica, también de vivienda usada; los fondos de inversión internacionales han puesto sus ojos en España. En suma, los precios hace tiempo que tocaron suelo, y ahora suben, en unos sitios, ya decimos, mucho; en otros, menos que mucho. Es una forma de alentar la construcción, aún timorata en la oferta por el trauma empresarial y la volatilización de multitud de mini-inmobiliarias de agenda, dos móviles y Mercedes. Pero hay otros modelos de crecimiento del sector.

En una reciente escapada a Berlín, dos cosas llaman profundamente la atención de quien tuvo oportunidad de visitarla en varias ocasiones hace entre diez y quince años. La primera, el auge del turismo masivo, el que va de la mano de las aerolíneas de bajo coste, que crea sus propios espacios de cartón piedra al margen del lugareño -se puede ser lugareño de una gran metrópoli, sostengo-, y alienta la salida de los mismos de ciertos barrios, donde proliferan los apartamentos turísticos, lo cual, como en España, empuja con fuerza y hacia arriba a los precios del alquiler. Sobre esto, si gustan, hablaremos aquí mañana mismo. El segundo rasgo palpable que sorprende -e impresiona- en la capital de Alemania es la proliferación brutal de elementos constructivos: está sembrada literalmente de grúas, de cajones de obra, de camiones arrimando materiales a los edificios -uno tras otro, en algunos barrios, de nueva construcción-, tanto de rehabilitación como de nueva planta en solares que estaban vacíos o donde han sido derribados bloques antiguos; de zanjeos y ciclópeas reformas de infraestructuras eléctricas y hidráulicas (y es de esperar que de otras menos visibles, como las de telecomunicaciones). Un espectáculo sobrecogedor. Debe de ser que hace casi una década que este panorama no se ha visto en ningún lugar de España. La diferencia está en los datos macro de la ciudad más simbólica de Alemania (aun con sus peculiaridades de poco "germánica"): PIB per cápita y nivel de empleo de pódium mundial, campeona de la exportación de bienes de capital, generadora de un gran buen de la innovación planetaria, con una deuda algo mayor que la mitad de la de España, alta calidad institucional y, por tanto, baja percepción de corrupción… y reina del euro, que se hizo a su imagen y semejanza. No es extraño el campo de grúas en Berlín. Ni que éstas estén sólidamente clavadas.

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