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Análisis

Gumersindo Ruiz

El hombre que sabe

Jay Powell no parece que vaya a hacer algo muy distinto de lo que hacía Janet Yellen

El nombramiento reciente de Jay Powell como presidente de la Reserva Federal, banco central de los Estados Unidos, ha sido noticia destacada, pero estoy seguro que la mayoría de la gente normal ni recuerda su nombre ni tampoco se preocupa demasiado por el nombramiento. Y, sin embargo, pocas personas tienen tanta influencia en nuestra vida diaria como las que marcan las políticas de los bancos centrales. Ahí se maneja desde lo que puede llegar a costar el pan, el tipo que pagamos por la hipoteca, el crédito para nuestra empresa, lo que pagan los países por su deuda pública e, indirectamente, lo alegres que pueden estar las bolsas con tipos de intereses extraordinariamente bajos.

Las primeras declaraciones de Powell han dejado descolocados a los analistas, que se habían inventado dos historias contrarias. Una era que al tratarse de un presidente conservador, que tradicionalmente tratan de prevenir un aumento de los precios al consumo, forzaría la subida de tipos de interés que ya había sido puesta en marcha por su antecesora Janet Yellen, nombrada por Obama, y a la que -en contra de lo habitual- el presidente del país no ha querido volver a nombrar para el cargo. La otra historia es que las subidas de tipos se pueden tomar a mal por las bolsas, y provocar caídas más o menos fuertes; al ser Powell una persona que por su carrera se considera protector, o al menos sensible a los mercados de capitales, se pensaba que podía no acelerar tanto la subida de tipos. La realidad es que aunque las historias de banqueros centrales están llenas de presiones políticas para favorecer unas elecciones con tipos bajos de interés y dinero fácil, también es verdad que intentan dar un mensaje de independencia. Powell no parece que vaya a hacer algo muy diferente a lo que hacía Yellen, y en el Banco Central Europeo Mario Draghi resiste las presiones de Alemania y otros países para elevar tipos, no ya por la inflación -sobre la que se ha exagerado en los últimos treinta años-, sino para que se pague algo por el ahorro.

La Reserva Federal tiene los tipos en una banda entre el 1,25 y el 1,50, y el Banco Central Europeo en el cero. El primero tiene un balance de casi 4,5 millones de millones de dólares, principalmente por compras de deuda pública y títulos que tienen como soporte hipotecas de viviendas; y el segundo, también 4,5 millones de millones de euros, de lo que más de la mitad es deuda pública y privada que ha ido comprando. Dos ideas se me ocurren sobre todo esto, que en realidad se puede ver como una sola. Para que una persona fuera realmente poderosa -un poder de fuerza del bien, no del lado oscuro- tendría que ser capaz de abrir caminos para que más gente pudiera vivir mejor y fuera un poco más feliz; pero los banqueros centrales, con todo su poder, no pueden hacer el trabajo que corresponde a los políticos. Y la otra idea es, que si los bancos centrales han comprado y compran millones de millones de deuda pública y privada, poniendo los tipos aún más por los suelos, ¿qué no puede hacerse en este mundo nuestro en que casi todo en política parece imposible, y otras cosas, inimaginables hace unos años, como ésta, se hacen, y no pasa nada?

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