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Análisis

Joaquín Aurioles

¿Dónde está la inflación?

La Curva de Phillips establece una relación inversa y sostenida entre inflación y desempleo, que se convirtió en el postulado básico de la política económica de la posguerra.

Los gobiernos podían reducir el desempleo si estaban dispuestos a aceptar un mayor coste de inflación, pero la regla dejó de funcionar en los años 70. Abusaron del mecanismo eligiendo sistemáticamente menos paro y más inflación, provocando que la relación se convirtiese en positiva. Nacía la estanflación, un fenómeno desconocido hasta entonces que hacía referencia al crecimiento simultáneo de la inflación y el paro y que certificaba la defunción de las políticas económicas keynesianas.

Obama y Brown las rescataron para enfrentarse a la crisis de 2008. Mientras que en Europa se imponía la ortodoxia germánica, la Reserva Federal norteamericana ponía en marcha un programa extraordinario estímulos monetarios con la finalidad de frenar la caída del consumo y el empleo. Finalmente Europa entró en el juego en 2012, tras la llegada de Draghi al Banco Central Europeo, cuando el euro estaba en su peor momento, pero con la inflación en torno a su nivel objetivo (2%). En el cuarto trimestre de 2013 el PIB de la zona volvía a crecer en positivo, mientras que la tasa de paro, por entonces en su máximo histórico (12,2%), comenzó a descender. Si la regla de Phillips volvía a funcionar, cabía esperar un repunte de la inflación, pero ocurrió lo contrario. Los precios se situaron por debajo del 1% durante el verano de 2013 y entraron en crecimiento negativo a finales de 2014.

En una economía como la española, el alto nivel de paro o la precariedad del empleo y los salarios ayudaban a entender la debilidad de la inflación, pero después de dos años creciendo por encima del 3% y con 1,5 millones de empleos creados desde 2014, hacían falta otras explicaciones.

Hace un par de meses que los principales banqueros centrales del mundo se reunieron en Jackson Hole con preguntas similares. Si hay crecimiento, se crea empleo y se mantienen los estímulos monetarios, ¿dónde se esconde la inflación?, y sobre todo, ¿qué sentido tiene subir los tipos de interés si puede perjudicar la recuperación y reavivar el fantasma de la deflación? Una respuesta es la conveniencia de recuperar el margen de maniobra de la política monetaria (inexistente cuando están en torno a cero). Otra, que dada la creatividad financiera con que el sector privado ha respondido a la heterodoxia de los bancos centrales, habría que considerar el riesgo de estar alimentando una burbuja financiera.

Pero en torno al misterio sobre donde se oculta la inflación el desconcierto es mayúsculo. Por un lado, se insiste en la precariedad del empleo y de los salarios y en el descenso del salario real a nivel global, debido a que sigue aumentando la aportación a la producción mundial de las economías con salarios más reducidos. También se culpa al aumento de la desigualdad en países desarrollados. Si el crecimiento se concentra en las rentas más elevadas, cuya propensión media al consumo es más reducida, cobra fuerza la hipótesis del bajo nivel de la demanda como culpable de la debilidad de la inflación.

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