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Análisis

juan antonio solís

Un paisaje infestado de ratas

Es casi imposible vulgarizar más al Sevilla con tamaña inversión en refuerzos

Vistas las prestaciones de este Sevilla en la primera vuelta, e incluyo victorias tan engañosas como las del Getafe, Girona o Las Palmas, lo mejor a años luz de lo segundo son esos 29 puntazos.

Vista la dolorosa vulgaridad que destila el equipo en su juego, como se volvió a ver ante un limitadísimo Alavés, es casi milagroso que los sevillistas aún se ilusionen con volver a la Champions. La tabla refleja que es posible. Todo lo demás, no. El cuarto está a tres puntos, pero es el Madrid. El Valencia se dispara a los 11 puntos de distancia, el Atlético a 13. Y las sensaciones, las mismas que desbancaron a Berizzo y que no mejoran con Montella -pésima gestión del partido ayer, como la noche del derbi- terminan de derretir esa tenue ilusión.

Sólo había que escudriñar en las redes sociales las reacciones del sevillismo al sorteo de Copa: un 0,01% de posibilidades le dan no pocos a su equipo ante el Atlético. Hasta hace nada, tener enfrente a los colchoneros invitaba a desfilar hasta las trincheras. Porque los sevillistas se sentían capaces de luchar con ellos y hasta ganar nobilísimas batallas, como la final de Copa en el Camp Nou.

Eran tiempos en los que el Sevilla solía repartir felicidad entre los suyos. Hoy la reparte a raudales entre los que no debe: en Moscú, en Valencia, en un alborotado y crispado Bernabéu, al Betis. A una atribulada Real Sociedad o al Alavés ayer. Y esparce billetes de 500 euros como Castro esparcía caramelos en la Cabalgata: 40 millones de euros ha costado una columna vertebral tan esponjosa como la que integran Kjaer, Pizarro y Muriel. Otra lluvia de billetes se ha ido por el sumidero de las bandas por complacer al aficionado medio con dos estampitas, que es lo que hoy son Nolito y Jesús Navas.

El marketing de La Peste ha infestado de ratas doradas las calles de Sevilla y eso, ratas por todas partes, es lo que ve el sevillista hoy al mirar al futuro. A Castro y Arias les ha salido muchísimo más caro. Casi imposible hacerlo peor.

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