Me ha llamado la atención un proyecto que se desarrolla en Estados Unidos sobre la piel artificial. El tema no es nuevo, y desde hace años, en todo el mundo y con diversos propósitos, se investiga y fabrica piel. En Andalucía, la Universidad de Granada ha sido pionera en ingeniería médica para crear piel, y también, en colaboración con centros hospitalarios andaluces, en fabricar materiales para cirugía. Pero cuando se presentan estos logros suelen estar presentes los investigadores y representantes de la administración pública, siendo la empresa el gran ausente. Precisamente, la peculiaridad del proyecto norteamericano es que lo patrocina el Departamento de Defensa, que aporta 80 millones de dólares, a los que se añaden 214 millones de la iniciativa privada. Pero el dinero no es lo único llamativo, sino que participan 87 entidades diferentes, de las que 47 son empresas, 26 instituciones académicas, públicas y privadas, y 14 entidades públicas, estatales y locales, así como fundaciones. También en la Unión Europea se avanza en piel artificial sensible a la temperatura, para robots, trasplantes, y organismos cibernéticos o "cyborgs, pero estamos hablando de algo mucho más modesto.

En torno a esta cuestión surgen algunas ideas interesantes. Primera, los esfuerzos del gobierno central, autónomos, locales, por crear plataformas de financiación de proyectos innovadores con financiación alternativa o tradicional, son loables, pero de alcance muy limitado. Segundo, las empresas tampoco se sienten en la necesidad de participar en proyectos cuyos resultados pueden tardar años y son inciertos; prefieren comprar la tecnología que necesitan y está disponible on line. Tercero, financieramente hablando, las bolsas de acciones y de bonos de deuda no dan soluciones para empresas pequeñas y medianas, pero podrían agruparse diversos proyectos, en línea con lo que propone el economista Andrew Lo, en su libro Mercados adaptativos, y servir de colateral a bonos de deuda, de manera que aunque fracasaran algunos, con un porcentaje pequeño que tuvieran éxito, sería suficiente para pagar a los inversores -los proyectos con éxito son escasos, pero tienen una elevadísima rentabilidad-. Por último, tampoco hay que descartar aplicaciones para empresas pequeñas, sobre todo las que incorporan modas y tendencias, que podrían participar con cantidades pequeñísimas a cambio de acceso preferente a la tecnología, e imagen. La piel no es sólo objeto de investigación para grandes laboratorios, robótica, o medicina, sino también materiales industriales, y entre ellos sería útil disponer de un material de vanguardia para las empresas de tatuajes -que proliferan entre nosotros-, bien para pruebas, o aplicaciones temporales de piel que pueda removerse, ya que hay quienes dudan si quieren tener el mismo tatuaje para siempre.

En el fondo estamos hablando de cultura empresarial, y como dice Turki Al Yahya, fundador de Whites Health and Beauty, nombrado empresario mundial del año por la consultora internacional EY, "el emprendimiento es cultura, y como tal necesita que se le nutra"; estupenda frase con la que coincidirán también los que se dedican al tema de la piel.

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