Parece que las investigaciones sobre los sucesos de la pasada Semana Santa van terminando. Y las primeras conclusiones conocidas son tranquilizadoras porque parece que no hubo conspiraciones ni desórdenes planificados. Por otro lado, son preocupantes, porque si son situaciones que se repiten, con un cierto grado de aleatoriedad y que se maximizan con el buen tiempo y la gran afluencia de público, es evidente que se repetirán de nuevo, a menos que se tomen medidas. Y está claro que las medidas a tomar alejarán cada vez más la contemplación de las cofradías de un hecho espontáneo y abierto, y nos acercarán al hecho, incuestionable para mí, de que el núcleo central de la ciudad alrededor de la carrera oficial y en determinadas horas y días es un recinto de espectáculos y como tal debe ser analizado y tratado.

Los recintos escénicos y su diseño es un tema al que me dedico profesionalmente desde hace muchos años. Y, en el caso de las procesiones de la Semana Santa de Sevilla, estudié los recorridos de las mismas con mi colega Fernando Villanueva en los años ochenta, por encargo del entonces delegado de Infraestructuras, Javier Queraltó. Una de las principales conclusiones fue que el área central entorno a la Carrera Oficial se saturaba en determinados momentos y días, en especial en la Madrugada. Procesiones y público casi ocupaban por completo el espacio disponible, llegando a situaciones que en teatro llamaríamos de aforo prácticamente completo. Con los años, esa situación se ha ido complicando aún más con el incremento del número de nazarenos y la falta de movilidad del público, prácticamente espectadores, que se sitúan en un único lugar durante horas y además están sentados. Creo que son dos factores que están ligados entre sí. Año a año los responsables de la seguridad en las vías públicas en esos días han ido adoptando medidas. Retirada de obstáculos, señalamiento de vías de evacuación, vallas en puntos críticos, etc... Todas ellas han funcionado, pero indefectiblemente hacen que cada vez más el área central se convierta en un recinto regulado. Y, en mi opinión, es un camino sin vuelta atrás.

En una aglomeración de espectadores, la medida de seguridad principal es facilitar la evacuación de las personas hacia zonas más seguras. En un teatro o auditorio se facilita con la existencia de salidas suficientes y bien señalizadas e iluminadas para que el público alcance los espacios públicos fuera del recinto. Pero ¿y si el recinto escénico es un conjunto de calles y plazas? Pues lo mismo: facilitando las salidas hacia zonas más despejadas e iluminadas en caso de alarma. Y eso ¿cómo se consigue? Pues, aunque no nos guste, con más normas y medidas. Por ejemplo: más y mejores señalizaciones de las vías de evacuación y servicios de orden que faciliten información y pautas de comportamiento. Y algunas más. Otra cuestión prioritaria, a su vez, es que esas medidas deben ser equilibradas, prudentes y dirigidas a conseguir que la Semana Santa de Sevilla se desarrolle con el mayor recogimiento y lucimiento posible de sus procesiones en la calle.

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