La pérdida de valores en buena parte de la sociedad actual invita a una reflexión profunda que tiene como base el principal problema de este país: la educación. Y eso se refleja, entre otras facetas de la vida, en el fútbol. Y da igual la categoría que sea. ¡Hasta en benjamines se puede ver cualquier fin de semana! Es inconcebible ver a padres, por ejemplo, criticar al árbitro o soltar algún improperio al algún pequeñín del equipo rival... Luego llega el lío, las broncas, peleas entre entrenadores... Tremendo. Eso durante el fin de semana, porque en los entrenamientos hay padres dignos de estudio: están los que no paran de criticar al entrenador porque su hijo no juega, los que dan indicaciones al chaval -para bochorno de éste- en la banda al margen de lo que diga el técnico -también es cierto que hay algunos que deberían reflexionar y saber usar bien el modelo formativo-competivo-, los que no aparecen nunca por el entrenamiento, los que creen que su niño tiene que jugar porque sí, porque es Messi... A los niños, desde pequeños, hay que enseñarles valores que el día de mañana le permitan desenvolverse en la vida por el buen camino, como el respeto o el compañerismo, entre otros muchos más, pero ¿quién educa a esos padres?

Resulta curioso escuchar a éstos decir "en el colegio es donde tienen que educar a los niños", cuando la realidad es que la educación más importante radica en el seno familiar, en casa, en dar ejemplo al niño de lo que es bueno y de lo que es malo y no hay que hacer. Y los que no lo entiendan que vayan a una escuela de padres, pero ya está bien de dar esos espectáculos tan lamentables y bochornosos que se siguen viendo en los campos de fútbol cada fin de semana. Hay muy pocos Messis o Cristianos Ronaldos, los más pequeños buscan divertirse y el fútbol base está para formar, educar y competir. Y los padres tiene que ser ejemplos para los niños. ¡Basta de numeritos!