No se sabe por qué, a un cierto sector de la izquierda más progresista le dio por los tranvías. Y no me refiero a los antiguos tranvías, como el que causó aquel accidente del paso de la O, aquellos tranvías de las fotos en sepia y de los tiempos del cardenal Segura. Me refiero a los tranvías como los que afearon la Avenida con sus catenarias en tiempos de Monteseirín. Hay algunos políticos y expertos que siguen empeñados en colar el gato del tranvía por la liebre del Metro, como si fuera lo mismo, cuando no lo es. Recurren al argumento de que sale más barato (y aún más barato sería no hacer nada). Pero es que, además, un tranvía de hoy en día no tiene nada de progresista, porque roba las calles a los peatones, que son los reyes de la ciudad.

Una de las que ha caído en esa trampa es la portavoz de Participa Sevilla, Susana Serrano, que sorprendentemente ha defendido que las nuevas líneas del Metro vayan en superficie, lo que causaría un daño gravísimo e irreparable, por el que serían maldecidos por varias generaciones futuras. Es verdad que no gobiernan en la ciudad, por lo que resulta anecdótico. Pero es significativo. Sin unanimidad, jamás habrá Metro, a mayor escarnio de Sevilla.

Es pintoresco que ahora se preocupen por ahorrar inversiones, mientras le piden a Rajoy que tire la casa por la ventana en los presupuestos generales. Sin embargo, miren cómo en Madrid nadie ha protestado por el coste del Metro. Y allí hay 12 líneas, una docena en pleno funcionamiento, además de un ramal. Y en Sevilla, por media línea que se pretende construir, como anticipo, entre el Prado y Pino Montano, dicen que es un despilfarro.

El tranvía se carga las ciudades, en perjuicio del peatón. Necesita vías, que ocupan espacio urbano. Imaginen que circula un tranvía entre la Plaza Nueva y la del Duque: se cargaría la calle Tetuán como peatonal, sí o sí. La Avenida se la han cargado. La Puerta de Jerez también. Y la calle San Fernando lo mismo. En Semana Santa y otras fiestas hay que suprimirlo, porque estorba. Sólo tiene un pase por espacios muy amplios, como el Prado y la Enramadilla. Un tranvía desde el Prado a la Macarena nos dejaría sin media ronda histórica.

Por el contrario, todo lo que hay por debajo no molesta arriba. Para eso están los subterráneos, para facilitar otras opciones en los espacios públicos. Pasa igual con los aparcamientos. No lo olviden: un tranvía no es un metro, ni un metro es un tranvía.

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