LEJOS quedan ya los días de 2004 en los que Ricky Rubio asombró a los que presenciamos la primera edición de la Mini Copa ACB, que se disputó en Sevilla coincidiendo con la de los mayores y que acogía a los mejores jóvenes de la cantera nacional. Con apenas 13 años, el de El Masnou llevó al Joventut al triunfo final y acabó siendo elegido mejor jugador del torneo con unanimidad de criterio por parte de los entendidos del asunto. Ni falta que hacía saber demasiado, sólo contemplar el repertorio de habilidades de un joven llamado a ser historia del baloncesto español y que esta pasada semana se ha ganado el respeto de la NBA.

Si en su estreno ante los Thunder de Westbrook o Durant ya enseñó parte de ese repertorio que lo caracteriza, ante los Heat, con Wade, James o Bosh delante, y con defensas especiales para intentar frenarlo en los minutos decisivos, Rubio levantó a la grada del Target Center con un abanico de asistencias de todo tipo que mantuvieron a los Timberwolves con vida hasta el último instante. Si el propio Lebron reflejó en su cuenta de Twitter su asombro ante el debut de Ricky en la NBA, los más grandes especialistas del baloncesto americano también han acabado por rendirse a ese genio especial que desprende el español en cada acción.

Las críticas recibidas por Ricky Rubio en los últimos tiempos sólo alentaron su decisión de cambiar el baloncesto FIBA por el espectáculo de la NBA, más propio a su dinámico estilo de juego, a esa búsqueda de una floritura que encandile a los aficionados pero que también repercuta en puntos para su equipo. Minnesota lo recibió como a una estrella desde el primer día y ante los Heat el pabellón enloqueció por momentos con las acciones del español. ¡Rubio, Rubio!, se coreó en la grada ante su ejemplar dirección de juego, que incluso a punto estuvo de dar la sorpresa ante uno de los favoritos al anillo. Y es que Ricky exhibió el ADN de la NBA que lleva bien dentro.