Crónica del Jueves Santo Jueves Santo de memorias y esperas bajo la lluvia

El tiempo El tiempo en Sevilla para la Madrugada

EL Ayuntamiento de Barcelona se ha gastado 214.000 euros en la iluminación navideña. Bueno, se ha gastado mucho más, pero lo que destaca y la distingue de otras iluminaciones navideñas son los 214.000 euros que han costado los seis abetos sostenibles colocados en otros tantos enclaves de la capital catalana.

¿Qué es eso de los seis abetos sostenibles? Pues seis estructuras de acero de doce metros de altura y cinco de diámetro de las que cuelgan las bombillas correspondientes. El intríngulis de la cosa es que la energía no se suministra desde la red general, sino que cuatro de los árboles luminosos funcionan mediante una placa fotovoltaica que concentra la luz del día y los otros dos funcionan de forma interactiva, activados por los transeúntes.

No se rían, que el Ayuntamiento va completamente en serio. Se trata de inculcar a los ciudadanos ideas avanzadas de consumo sostenible y ahorro energético. "En tiempos de crisis queremos ser optimistas y demostrar que podemos iluminar las calles ahorrando energía", ha dicho la concejala de Medio Ambiente, Inma Mayol, promotora de la iniciativa. Lo malo es que los elementos no acompañan tan loable propósito. Fallan, en efecto, los elementos naturales: como son días de escaso sol, los cuatro abetos sostenibles apenas lucen y hay que mirarlos casi con lupa para percibir un ligero brillo. Y fallan los elementos humanos: los otros dos abetos, que debían iluminarse gracias al pedaleo de los ciudadanos en bicicletas anexas, languidecen a oscuras por falta de colaboración ciudadana. Salvo unos cuantos críos, atraídos por la novedosa instalación, allí nadie pedalea.

Esto de los abetos sostenibles -que, por supuesto, son de diseño, no vayan a pensar que son abetos cualesquiera- llega con pretensiones de vanguardia e innovación, pero se queda en tontería sublime. Una modernez políticamente correcta que no sirve para nada y cuesta un ojo de la cara. Si querían dar ejemplo de austeridad en tiempos de crisis hubiese bastado con reducir el coste total que la iluminación de calles y mercados supondrá para las arcas municipales (1,2 millones de euros) en vez de incrementar el gasto en doscientos mil euros más para dejar la impronta ecologista, ahorradora y creativa. En la vida privada los experimentos se hacen con gaseosa, pero en la vida pública los que mandan se están habituando a hacerlos con el dinero de todos, que, si hay que cuidar con esmero y rigor siempre, con más motivo se ha de administrar cuando escasea. Y estas Navidades el dinero escasea cantidad.

Para que no decaiga la fiesta de la innovación y la sostenibilidad, habrá que ir pensando en volver a una cabalgata de los Reyes Magos con tracción animal, nada de gastosos vehículos de motor.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios