AMANECE y notamos que nos falta algo, que ya no arrancamos la jornada con las despabiladeras de estos días atrás. Enganchado a la pequeña pantalla y no por pegar la hebra para estar al tanto de nuevas relaciones, que es como ahora le dicen a lo que siempre fue llamado de una manera más procaz, ni para saber de nuevos cuernos, reiterativos a veces, sino de otros cuernos, los de los toros que cada mañanita enfilaban la pamplonesa Cuesta de Santo Domingo tras esa turbamulta de arriesgados corredores que colorean el encierro. Hoy ya no habrá señuelo tan atractivo para madrugar y ayer cuando veíamos la retirada de los tablones que conforman la empalizada sentíamos que se nos iba algo muy entrañable. Aún no sonaba el triste Pobre de mí, pero un vacío se instalaba en los adentros y algo habrá que inventarse para seguir con esa costumbre tan saludable de empezar pronto la jornada.
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