La ventana

Luis Carlos Peris

Adiós al martirio venteño

CAYÓ, plúmbeo como nunca jamás, el telón en Las Ventas y se le ponía el punto final al ciclo más tedioso que recuerdan los tiempos. Aunque queda ese último cartucho de la Beneficencia de pasado mañana con un cartel rematado, nadie podrá desmentirnos si damos fe de que esos veinticuatro festejos consecutivos han sido aburridos a más no poder. Aburridos casi siempre por culpa de unos toros que no embisten en general y que cuando surge la excepción del toro bravo, se cae o no es comprendido por el torero. Además, el narrador cree que la está radiando, que no se calla ni por equivocación y que se repite más que el ajo en sus continuas citas de Antoñete, que no más parece que en vez de Chenel fue Ordóñez. Y ese empalago para cantar las excelencias de Madrid, siempre la boca llena de Madrid con la complicidad de comentaristas, reporteros, demás parientes y afectos. Se acabó el tedio, adiós.

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