Crónica Levantisca

juan Manuel / marqués Perales

Aguafuerte

LO recomiendo, es bastante sano. Siéntense delante del televisor; sintonicen un programa de casquería, de esos que han virado del rosa al negro, y pulsen el botón que suprime el volumen. Lo suelo hacer, pero el martes, esta suerte de terapia mediática devino en una melancolía como la que en su día sintieron Lucas Mallada, Larra o Machado. Goya, que fue el primer periodista gráfico de la historia española, grabó 82 dibujos en Los desastres de la guerra, una crítica sobre el terreno de la sinrazón que asalta a todos los bandos en una contienda bélica. Mujeres violadas, patriotas empalados, linchamientos, navajas, frailes vampirizando las luces de la ilustración y una Constitución, con forma de hembra, muerta y vejada.

En el aguafuerte Populacho, un traidor, desnudo, es ensartado por lo que hoy llamaríamos la opinión pública. Dejo el siglo XIX, y vuelvo al martes. Isabel Pantoja, condenada a dos años de prisión, es vejada por quienes creen que su delito sólo lo redime la cárcel, pierde el conocimiento, es introducida en un coche, se le ve tirada sobre el asiento trasero, los pantalones bajados del zarandeo y las bragas al aire. Y todo ocurre a escasos metros del edificio donde se imparte Justicia. La tonadillera cae en una marabunta de detractores, partidarios y periodistas que necesitan la gran imagen. La voz del televisor sigue ausente. Esa misma mujer, la folclórica, unos años atrás, sale vestida de negro y blanco, sonriente, y es recibida por un tipo fondón con bigote de madero y gafas negras. Es el alcalde de Marbella, Julián Muñoz, Cachuli. Lidera aún un partido nacido para delinquir que, elección tras elección, es votado por el pueblo. En 2002, la Junta le entrega la Medalla de Oro después de que la tonadillera sirviese de enlace entre San Telmo y Julián Muñoz para sustituir al gilismo por igual cochambre.

Jesús Gil, como Fernando VII, era deseado -¡vivan las caenas!-, pero el pueblo, sustituido por esa mole que es la opinión pública, quiere ahora justicia, que caigan todos, que salten las garantías procesales, que se use la prisión preventiva como método inquisitorial para sacar las verdades, que se queme a la infanta, que vuelvan las tortas y la cadena perpetua, que muera el Derecho. La Pantoja deberá devolver la Medalla de Andalucía, la que guardaba junto a otra de la Virgen del Rocío. Pero que se haga porque así lo indica el artículo 11 del reglamento; no por rabia, por arrancársela del cuello. Sería otro aguafuerte de la España de pandereta y animal.

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