TREINTA de los treinta y siete miembros de la nueva ejecutiva del PSOE andaluz ocupan cargos públicos, superados los tiempos en que el socialismo debatía en profundidad la conveniencia de separar el poder institucional y el poder orgánico y en que la acumulación de ambos por las mismas personas se consideraba confusionista, anestesiante y perversa. Claro, Borbolla no era Chaves.

Treinta puestos en la ejecutiva para alcaldes, concejales y diputados, pero no hay en ella un hueco para el alcalde socialista más relevante de Andalucía, Alfredo Sánchez Monteseirín, regidor de Sevilla desde hace nueve años. El alcalde de la capital es, desde el punto de vista político, representativo y simbólico, el cargo institucional más preciado del PSOE andaluz después del Gobierno autonómico.

¿Esto es normal? De ninguna manera. Y menos normal aún es que su gran adversario en el Ayuntamiento sevillano, Emilio Carrillo, delegado de Urbanismo, al que hace sólo unos días destituyó como portavoz municipal, sí haya entrado en la ejecutiva regional de la mano del secretario provincial, José Antonio Viera. La jugada se ejecuta en vísperas del congreso provincial en el que Viera ganará por goleada a la candidatura de Demetrio Pérez, auspiciada precisamente por Monteseirín (aunque no solamente por él).

Viera, que ha conseguido que haya siete sevillanos en la ejecutiva regional socialista, trata de blindar a Carrillo ante un eventual aumento del nivel de represalias en su contra ("Yo lo habría quitado también de Urbanismo, por traidor", me comentó alguien de confianza del alcalde la semana pasada). Pero, sobre todo, da un paso más en una estrategia perfectamente diseñada y que habrá de ponerse en marcha en los próximos meses: el relevo de Sánchez Monteseirín en pleno mandato -requisito: ofrecerle un alto cargo de designación estatal- y su sustitución por... Emilio Carrillo, que sería el candidato en las municipales de 2011.

La patada hacia arriba de Monteseirín está más que hablada, y su punto de partida argumental es que mientras el PSOE afianzó su hegemonía en la provincia de Sevilla, en la capital él perdió las elecciones frente a Zoido (PP) y únicamente pudo mantener la Alcaldía gracias a IU. La maniobra implica, desde luego, un cambio radical de criterio por parte de Manuel Chaves, que siempre ha defendido, desde los casos de Carlos Díaz en Cádiz o Pedro Aparicio en Málaga, que a los alcaldes sólo deben quitarlos los electores. La excepción sevillana se podría explicar, pues, alegando que Monteseirín está enfrentado a muerte con la dirección provincial y ésa, dirá Chaves, es una situación insufrible. De modo que la ejecutiva regional ni quita ni pone monteseirines, pero respeta lo que exige el partido (o sea, Viera).

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