EL presidente de la Generalitat, que se enfrenta a unas elecciones autonómicas dentro de unos meses, ha enviado una carta a 200 instituciones y asociaciones de todo tipo en la que les agradece su respaldo al singular editorial de 12 periódicos catalanes advirtiendo al Tribunal Constitucional contra una probable sentencia que obligue a revisar el Estatuto de Autonomía aprobado por el Parlamento catalán y las Cortes españolas. En su misiva, José Montilla manifiesta a los destinatarios que cuenta con su apoyo "si llega el momento en el que hay que dar una respuesta política y cívica, clara y unitaria" al dictamen del TC sobre el Estatut. Montilla, que fue elegido presidente de la Generalitat gracias a la Constitución vigente, a la que debe lealtad, no puede ignorar que la misma Constitución establece con claridad dos cosas: una, que todas las leyes, decretos y reglamentos de todos los órganos legislativos vigentes, cualesquiera que hayan sido sus procedimientos de aprobación, han de atenerse necesariamente a lo previsto en el texto constitucional, y dos, que es el Tribunal Constitucional la institución que vela por que se cumpla dicha sumisión. Por ello las sentencias del Tribunal Constitucional no se ponen en cuestión. Simplemente se acatan, convengan o no a los intereses de partidos o de otras instituciones, aunque lógicamente se pueden discutir y se puede expresar discrepancia con respecto a ellas. La postura de la Generalitat, encarnada activamente por el presidente Montilla, traspasa esta línea de actuación y no puede verse más que como un intento, ya reiterado, de presionar a los magistrados del TC para que ni se les ocurra modificar el Estatuto de Cataluña. Una especie de coacción preventiva que se difunde con más insistencia mientras más se deduce de las deliberaciones del Constitucional la existencia de una mayoría en su seno decidida a no reconocer otra nación que la española y a no aceptar que una parte de España establezca una relación bilateral con España en su conjunto. Es lo que dice la Constitución, ni más ni menos. José Montilla no termina de entenderlo, y eso es grave.