VAMOS mejorando y la gala de los Goya va asemejándose a lo que debe ser una gran fiesta, tanto en el continente como en el contenido. Las señoras bien arregladas y los hombres como está mandado, sin nada que ver con aquella corriente de caspa, botas y greñas de años atrás. También, las reivindicaciones quedaron aparcadas salvo la pincelada de Pedro Almodóvar para meterle el dedo en el ojo al ministro del ramo. Fue el único pelo en la sopa del sábado noche, aunque un recorte en el tiempo no le hubiera venido nada mal. Noche grande para el cine que se hace en nuestra tierra, bingo para La Isla Mínima, buen discurso de Antonio Banderas a caballo entre Jorge Valdano y Carlos Herrera, amena conducción de Dani Rovira, grandiosidad con letras raritas en el cante de Miguel Poveda y lo dicho, si Pedro Almodóvar no pone su huevecito pierde la antigüedad.