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América y la felicidad

Por favor, señores de los telediarios, lo que necesitamos es más América y menos Cataluña

Supongo que deberíamos hablar de Cataluña, pero no me da la gana. A cambio les propongo nada menos que la fórmula de la felicidad, dicho sea sin ironía alguna. La cosa viene de América, como cabe imaginar, recién celebrado su Día de Acción de Gracias con un Trump que escala en las encuestas, alcanzando unos índices de aprobación de entre el 40% y el 45% que desde aquí parecen casi increíbles. Pero esto tampoco va de Trump.

Debo a Francisco José Contreras, sabio catedrático de Filosofía del Derecho, el descubrimiento de las "cuatro virtudes" que los Padres Fundadores de los EEUU consideraron esenciales en una sociedad libre: laboriosidad, familia, compromiso comunitario y religiosidad. El sociólogo Charles Murray publicó en 2012 un gran estudio sobre la sociedad norteamericana que demostró la rabiosa vigencia de esos vectores a la hora de conformar tanto colectivos como individuos felices, es decir, aquellos que se muestran satisfechos con su vida y los logros obtenidos con su propio esfuerzo. Al menos en América, trabajar bien -no sólo tener empleo- ayuda a ser feliz, estar casado es una condición casi indispensable para serlo -aquí las estadísticas que sustentan el estudio muestran que los casados felices son hasta cinco veces más que los solteros felices-, dedicar tiempo y actividad a los demás genera felicidad, y -¡ay!, lo siento por nuestros amigos progres- la religiosidad es un factor inesquivable que marca la enorme diferencia entre el 49% "muy feliz" de los que van diariamente a la iglesia al magro 23% de los que no van nunca. El estudio de Murray, más allá de las siempre discutibles extrapolaciones de los datos estadísticos a lo individual o familiar, alcanza su mayor fiabilidad cuando esos datos se aplican a grupos más amplios, barrios o pequeños municipios, y tal vez sea en esos casos cuando la "receta para el florecimiento humano" se muestre más elocuente: la raya entre las clases altas y las bajas en EEUU responde hoy, sobre todo, al cultivo de esas virtudes a un lado u otro de ella. Virtudes que se retroalimentan o se deterioran al unísono, explicando por qué la espiral descendente en lo social y colectivo perjudica a las vidas concretas y las conduce a la infelicidad. Y viceversa. Por favor, señores de los telediarios, lo que necesitamos en España es más América y menos Cataluña.

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