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AY, cómo es Amparo Baró. Para mí que uno de los mejores momentos de la televisión navideña está siendo ese anuncio en el que doña Amparo escribe su carta a los Reyes Magos. Sin mirar a cámara, y en veinte segundos, es capaz de contarnos todo, de componer un personaje de una pieza.

Y es que en estos tiempos en los que la televisión es publicidad, sólo publicidad de vez en cuando interrumpida para emitir programas cansinos y sin fuste, se agradece, de qué manera, cuando al menos algunos de estos spots son originales, tienen gracia, y están protagonizados por una de las grandes. Hasta los de Versión española están haciéndose los remolones. En el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Primero fue la reposición para homenajear a Fernando Fernán Gómez. Después la semana de Concienciados con El mundo a cada rato y otro coloquio grabado hace no se sabe cuánto. Y esta semana En la ciudad, con Cesc Gay, que sí, que estamos de acuerdo en que fue un coloquio de culto, una cumbre que reunió a esas actrices de la talla de Amparo Baró que son María Pujalte, Vicenta N´Dongo y Mónica López, sí, mi Mónica López, que no es la meteoróloga. Pero teniendo en cuenta que cada año la producción nacional se eleva a 150 largometrajes, me pregunto cómo es posible que esa única ventana que muchos espectadores tienen para asomarse a ellas no se aproveche para estrenar títulos por televisión, en lugar de reponer películas y reponer coloquios. Las reposiciones, como las bicicletas, estarían muy bien para el verano, para las vacaciones. Pero no para la temporada alta. Queremos coloquios inéditos. En el último Versión española lo único nuevo fueron los cuatro cortos de Bayona, Paco Plaza, Balagueró y Coixet, presentados al festival Teaserland. Y fueron una fiesta. ¿Por qué nadie los anunció?

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