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José Ignacio Rufino / Economia&empleo@grupojoly.com

Andaluces, levantaos e id por pepino

Andalucía no puede permitirse un duro -e injusto- golpe al sector primario en estos momentos

PIENSA globalmente y actúa localmente, dice el principio ecológico. A la hora de ir al súper, vale la máxima. España -y Andalucía, como suele suceder en las carencias económicas, en mayor medida- necesita ahora más que en otras ocasiones que consumamos productos de nuestra tierra. Lo cual no implica calarse la boina y gritar "todo por el terruño", sino actuar responsable y solidariamente (patrióticamente, qué más da, a ver si los únicos que no vamos a poder decir patria somos nosotros). Sucumbiendo a la tentación de ver si alguien ha escrito ya lo mismo que uno se dispone a escribir, Google -ese eficaz traficante de contenidos- informa hoy jueves de que "las redes sociales" (hasta en la sopa, oiga, qué exageración, y qué inextricable la trazabilidad de tanta red social) crean "plataformas para defender al pepino español y fomentar su consumo". Muy de acuerdo. Y no sólo por estética o pose.

Igual que fue inútil y algo patético el castigo al cava catalán aquellas navidades, resulta ahora, sensu contrario, muy útil compensar con demanda interna la pérdida radical de demanda de productos hortícolas andaluces en mercados clave como el alemán y el estadounidense. Y dejémonos de la milonga de moda, abominemos de la manida expresión "eso es el chocolate del loro", que se esgrime cada vez que alguien ve que sus derechos o haberes pueden ser recortados.

Recortar chocolates del loro no sólo es algo formal o ejemplificador, sino que muchos chocolates de muchos loros hacen mucho ahorro. Asimismo, sustituir transitoriamente ciertos productos por otros en nuestra dieta no sólo es benéfico para nuestra economía, sino incluso sano. Somos unos pocos de millones de habitantes por aquí abajo: tenemos cierto poder como consumidores. Combatamos la crisis del pepino desde la tierra del pepino (agotado el cupo de chistes fáciles, lo sentimos). Hagamos de nuevo valiosos a nuestros productos de huerta mediante un tironcito de la demanda: ejerzamos nuestro poder de consumidores. La agricultura -no lo olvidemos- es, con el turismo, el sector de actividad que mejor resiste los embates de la crisis general, junto con sus primos la ganadería y la industria agroalimentaria andaluza. ¡Cuidado! Si las exportaciones caen a plomo, el empleo y las economías indirectas de esta parte del sector primario caerán a su vez: lo que nos faltaba.

Lejos de España y cerca de Alemania, esta mañana, no faltaba pepino y tomate en el buffet del desayuno. No lo he comido. Primero, porque no suelo comer pepino por la mañana; y eso que mi abuelo solía hacerlo, también en la cena, con miel (pruébenlo: no todo es gazpacho; sin ir más lejos, no hacen gazpacho en Alemania). Segundo, porque en estos días sólo estoy dispuesto a comer pepino andaluz.

No es que uno ejerza de Fraga en Palomares versión gastronómica, no. Es que escuchar al representante de la COAG en la TVE vía satélite nos reconforta con la patronal empresarial andaluza: sus asociados sí que producen y exportan. No los dejemos de lado. Levantémonos, y pidamos tres kilos de pepino de la tierra en la frutería. Están demasiado baratos, y eso no conviene a nadie.

Una prueba de que -más allá de las lamentables muertes por una bacteria que, a día de jueves, no se sabe de dónde viene- la crisis del pepino no importa sino en España, Alemania y poco más es que no hay cobertura mediática sobre el asunto más allá de la prensa española y la alemana. Alemania, en un exceso de ejercicio de árbitro y sheriff comunitario, se ha precipitado a acusar a sus importaciones desde Andalucía de los contagios… para después envainarla, no sin germánica soberbia. A la espera de quedar absueltos, el daño está hecho. Coma pepino como nunca, pero no olvide dejarle un poco de piel bien lavada, o se le repetirá.

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