La ciudad y los días

Carlos Colón

Las Andalucías de los Obama

PARECE lógico que algunos periódicos estadounidenses llamen María Antonieta a Michelle Obama por el número de vacaciones que se toma al año -ocho, al parecer- y el séquito que la acompaña, haciendo tanto caso a las llamadas de su marido a la austeridad ante la crisis como la esposa de Luis XVI a las hambrunas de la plebe. Lo que no parece tan lógico es que nosotros, beneficiarios de esos dispendios en dineros y publicidad, nos sumemos a las protestas. O, cosa aún más boba, que volvamos a hacer el papel de hidalgos agraviados por las molestias que la visita de Miss Mojama -como la gitana del Sacromonte bautizó sin querer al presidente- pueda causarnos; y por volver a hacer el papelón de marco incomparable (la Alhambra) o de sol y playa (Marbella). Quienes, criticando esto, han recurrido a Bienvenido, Mr. Marshall no han caído en la cuenta de que representan uno de los papeles más divertidos, hispánicos y patéticos de la película: el del indignado hidalgo que interpretó el gran Alberto Romea.

Porque, ¿qué somos desde el siglo XIX si no un conjunto de hermosas ruinas y curiosas costumbres que son huellas de antiguos esplendores? ¿Y qué hemos sido desde que el turismo fue un gran invento si no playas y sol? Lo que ha hecho Michelle visitando la Alhambra es lo que vienen haciendo los anglosajones desde que Washington Irving se la descubrió en 1832. Casualmente estos días leo la espléndida Norte y Sur de Elizabeth Gaskell, publicada en 1855, y en ella la joven Fanny, que nunca ha salido de Manchester, le dice a la juiciosa Margaret: "¡Ay! Londres y la Alhambra son dos lugares que estoy deseando ver". "¿Londres y la Alhambra?", le pregunta Margaret. "¡Sí!, desde que leí los Cuentos de la Alhambra". Nada nuevo que 155 años después Michelle tuviera la misma ilusión que Fanny, alentada tal vez por la visita a Granada de los Clinton además de por Washington Irving.

En cuanto a lo de escoger la Costa del Sol no se debe olvidar que fueron también los anglosajones quienes la descubrieron como lugar de recreo a principios del siglo XX, que en su política de fomento del turismo Primo de Rivera le dio su primer impulso en los años 20, y que en los 50 los Soriano y Scholtz von Hermensdorff y los Hohenlohe iniciaron su edad de oro como lujosa meca turística. Michelle se ha limitado a consumir lo que vendemos desde hace siglo y medio, y de lo que mayoritariamente comemos. No hay de qué escandalizarse. Y menos si recordamos que para el marido de Michelle existe otra Andalucía, la de Abengoa, que creará una de las mayores plantas solares del mundo en Arizona. Fuera complejos.

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