Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Aparece una gran final por el horizonte

DECÍAMOS ayer que Brasil se movía entre la literatura falsa y una leyenda basada en la nostalgia y hoy no tenemos más remedio que reconocer las excelencias reales de Argentina. La albiceleste se ha metido en otra final de la Copa América tras muchas penalidades aun cuando su fútbol solía ser espléndido. Una tanda de penaltis, un empate inaudito con Paraguay en la fase de grupos y una vendetta memorable después como currículo.

Messi ha sido declarado el mejor en cuatro de los cinco partidos librados aunque una de sus señas de identidad, el gol, apenas haya aparecido. Ni siquiera en la media docena a los guaraníes estuvo la firma del rosarino, pero nadie dudará de que, con Pastore de doméstico excelso, ha sido él quien ha llevado a Argentina en volandas hasta la final del sábado. Es un equipo Argentina excepcional de medio campo en adelante y con un sistema defensivo de bastante jerarquía.

Está brillando también con mucha luz propia Banega. El caso del gran manija sevillista es la demostración palmaria del trabajo que Unai Emery ha hecho con él. La reconversión del criollo pasando del pasotismo a la integración es obra, una más, de ese entrenador que tanto fue criticado antes de llevar plata y más plata a la sala de trofeos nervionense. Y Mascherano, y Otamendi, y un puñado de buenos delanteros, o sea un equipo sin nada ficticio, nada que ver con Brasil.

Y para que la final sea aún más sugerente, el hecho de que el presunto inferior vaya de local. Esto acorta sensiblemente las distancias que separa a Argentina de Chile, de una selección que, de por sí, es altamente competitiva y que, en el Nacional, y a favor de obra va a dejarse la piel para que el favorito no haga valer los pronósticos. Nunca fui muy entusiasta de la Copa América, creo haberlo dicho en más de una ocasión, pero ardo en deseos de ver la final, esta final.

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