TANTO echar de menos el interés de la Copa en estos albores de la competición y llega el Denia y acaba con todos los frascos de las sales que se expenden en Nervión y zonas de influencia. Manolo Jiménez ha dado en la tecla diciendo que no está bien que el Sevilla gane sólo cuando quiere, pero debe de estar de acuerdo conmigo en que esa forma de conducirse, tan caprichosa, sirvió para darle a la noche copera el interés y el dramatismo que tanto se añoraba. También en el Bernabéu revoloteó la tragedia y también tardó el Madrid, mediante Guti, en querer resolver algo que se había puesto en precario ante un inferior.

Junto a estos devaneos coperos, la verdad es que la Copa no ha deparado ninguna sorpresa. Tras el gran susto que dio el Pontevedra en Zaragoza, en el bombo de este mediodía en Las Rozas sólo habrá equipos de Primera División y de esta categoría no faltará ningún ilustre, sobre todo si Dépor y Osasuna no están ahora por esos parámetros. Se ha magnificado el mal papel del Barcelona ante el Alcoyano, pero la renta cosechada en Alcoy y el momento que atraviesa el equipo azulgrana explican en cierta medida el que los alicantinos se fuesen por su pie del Camp Nou. Por su pie, pero eliminados casi desde antes de que diera comienzo ese segundo asalto.

Por primera vez desde tiempo inmemorial se afrontan los octavos de final sin peritas en dulce. Unos más que otros, todas las bolas que hoy saldrán del bombo federativo llevarán nombres complicados y, visto lo visto, raro será que no haya algún premio gordo, algún derbi, algún plato fortísimo, algo que contribuya a que esta cuesta que embocamos sea más complicada para algunos y mucho más entretenida y llevadera para la mayoría. Estábamos clamando por una Copa mejor tratada en aras de su interés y, mira por dónde, tras bordearse el infarto masivo en algún que otro lugar, aparecen los octavos de final más apasionantes que se recuerda.