La ciudad y los días

Carlos Colón

Arte y poder

INFORME Semanal -en su papel de televisión pública, es decir de propaganda del Gobierno- dedicó un reportaje-felpudo a cantar las excelencias de Barceló y las maravillas de su cúpula de 3.385 millones de pesetas en parte públicas, dando la palabra a Moratinos (ministro de Exteriores metido a ministro de Cultura) para que nos explicara a los españoles lo importante que es esta nueva dimensión de la diplomacia a través del arte que, según sus palabras, es la que corresponde al siglo XXI.

El buen hombre debió olvidar que, de las pirámides al Valle de los Caídos, la asociación entre el arte y el poder es cosa antigua; que sacar pecho con dispendios monumentales y suntuarios era cosa común tanto en la Roma antigua como en los gobiernos coloniales; y que las vanguardias encontraron en los tiranos magníficos mecenas.

Que Hitler prohibiera el que llamó "arte degenerado" o Stalin aniquilara las vanguardias rusas imponiendo el carcundia realismo socialista parece haber absuelto a las vanguardias de sus pecados totalitarios. Olvidando que vanguardista y falangista fue Alfonso Ponce de León, amigo y colaborador de Lorca en la Barraca y asesinado por los republicanos un mes después de que Lorca lo fuera por los falangistas; que vanguardistas fueron el poeta Marinetti, el escultor Bertelli y el arquitecto Piacentini, cantores todos de Mussolini; o que pocas veces un director tuvo los medios que Stalin dio a Eisenstein antes de que cayera en desgracia o que Hitler dio a Leni Riefenstahl para que rodara Olimpia y El triunfo de la voluntad. Vanguardia es sólo una palabra de diez letras.

Y está la cuestión ética. Hace poco escribía Enric González, relacionando la cúpula de Barceló con el mural que el Gobierno de la República encargó a Picasso para el pabellón español de la Exposición Internacional de 1937: "En la época abundaron las críticas contra el derroche por un simple cuadro. Un dinero público que podía haberse destinado a salvar la República, o al menos a mantener con vida a algunos republicanos. No me espanta que la cúpula psicodélica de Barceló en la sede de Naciones Unidas haya costado mucho dinero, ni que parte del precio haya sido sufragado con fondos para la ayuda al desarrollo. Ars lunga, vita brevis. La pregunta es si dentro de 50 años o un siglo, será para alguien el símbolo de algo". A mi sí me espanta, con independencia de lo que represente dentro de un siglo. Será que me importa más la vida, precisamente por ser tan breve y tan frágil, que el arte. Sobre todo cuando se paga con dinero público y se convierte en servidor y escabel del poder.

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