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crónica personal

Pilar Cernuda

Asaltar el Congreso

ERA el objetivo: asaltar el Congreso de los Diputados, exigir su disolución, la dimisión inmediata del Gobierno y el inicio de un proyecto constituyente. Si eso no es golpismo, que baje Dios y lo vea. Sin cañonazos ni entrada en el hemiciclo a punto de pistola, como el 23-F, pero el objetivo era exactamente el mismo. ¿Podía el Estado, el Gobierno, las fuerzas de orden público y los partidos democráticos quedarse de brazos cruzados ante ese intento de cargarse la democracia? Es evidente que no, aunque, hablando de partidos democráticos, los diputados de Izquierda Unida demostraron qué son, qué representan, por dónde respiran, cuando encabezados por Cayo Lara salieron del edificio del Congreso y se dirigieron a los manifestantes para expresarles su apoyo. Recibieron más insultos que aplausos, que es lo que merecían. Como si ellos no pertenecieran a la clase política de la que abominan los organizadores de esa manifestación golpista disfrazada de reivindicación de más respeto y atención a los desfavorecidos.

La Policía respondió con contundencia. Pues claro, no iba a abrir las vallas amablemente para dar paso a los manifestantes. Utilizó pelotas de goma. Es la respuesta habitual de la Policía en los países democráticos. En los que no lo son, algunos de ellos muy cercanos a algunos cabecillas de los movimientos que organizaron el asalto fallido al Congreso, y muy cercanos también a determinados dirigentes de la izquierda radical, la respuesta a quienes se manifiestan contra el gobierno es la metralleta o las detenciones que se prolongan indefinidamente con interrogatorios en los que no faltan golpes e incluso torturas. Por tanto, que no nos vengan los manifestantes del 25-S dando ejemplo de nada, porque asaltar la sede de un parlamento es lo más antidemocrático y antisocial que se puede dar en un movimiento que dice representar a los más débiles.

España está mal, muy mal, y todavía es pronto para saber cómo y cuándo vamos a salir de esta situación. En ese panorama era fácil que surgiera un movimiento que representara de verdad la voz de los más necesitados, que pensara en España y en los españoles, que presentara propuestas ilusionantes, imaginativas. Para todo ello se necesitan fondos, y para que haya fondos se necesita ayuda exterior, y para que llegue la ayuda tanto la UE como los inversores exigen en primer lugar planes de austeridad y contención del gasto y, segundo, estabilidad y orden.

Las imágenes recogidas en primera plana de los periódicos que leen los políticos y empresarios de todo el mundo, provocan, sin la menor duda, un retraimiento de aquellos que nos podían echar una mano para salir del hoyo. ¿Aún pretenden esos manifestantes demagogos, esos mentecatos, que nos creamos que piensan en los más necesitados?

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