¡Asesinos!

Este país, hay que decirlo, rebosa de asesinos en potencia y de cómplices intelectuales de Rodrigo Lanza

El asesinato de Víctor Láinez en Zaragoza es uno de esos acontecimientos que debieran hacernos pensar, tantas son las circunstancias y detalles que permiten interpretarlo como mucho más que un aislado crimen de odio. La víctima fue agredida por la espalda por un grupo de personas que le siguieron cuando abandonó el bar donde habían coincidido. Fue golpeada en la cabeza con una barra de hierro y luego pateada hasta quedar agonizante. El motivo de la brutal agresión, el llevar unos simples tirantes rojigualdas, algo menos común pero no menos trivial que haber lucido una corbata o una pulsera con esos colores. Que en España tal cosa haya podido llevar a la muerte a alguien es un índice del odio generado criminalmente por mucha gente de apariencia respetable que podemos encontrar sentada en el Congreso, en los cabildos municipales, en los estudios de televisión y en las redacciones. Personas que no se recatan de mostrar sus fobias contra la nación y proyectarlas a través de los innumerables medios de que disponen. Gentes que hoy hubieran puesto el país patas arriba si Víctor Láinez hubiera sido uno de los suyos. Pero el suyo es el otro.

Rodrigo Lanza, el señalado como autor del mortal y traicionero ataque, podrá ser una escoria pero no es un cualquiera. Nieto de un almirante chileno, ha dado charlas en universidades, concedido entrevistas, protagonizado duros debates entre políticos de alto nivel en Barcelona y Zaragoza - la alcaldesa Colau, entre ellos-, que se reprochaban recíprocamente no haber hecho bastante por él. Su hazaña, que le valió la fama en los medios izquierdistas y antisistema, fue dejar tetrapléjico a un guardia durante unos disturbios en Barcelona. Ello le costó cinco años de prisión a pesar de los apoyos con que entonces contó, presidenta Bachelet incluida, pero al salir de la cárcel pudo instalarse en Zaragoza gracias al entorno podemita que hoy gobierna la ciudad. El alcalde Santisteve ha sido ahora incapaz de condenar el asesinato de Víctor Laínez, refugiado en una repulsa genérica de la violencia.

Este país, hay que decirlo, rebosa de asesinos en potencia y de cómplices intelectuales de Rodrigo Lanza. El Rodri, como se le llama en las redes sociales y entre los antifas, un movimiento terrorista de extrema izquierda al que pertenece, cuyas acciones son habitualmente silenciadas por los medios, no ha estado nunca solo.

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