Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Ataque al Estado

EN la apertura del año judicial, el presidente del Supremo pidió ayer que no se ponga en cuestión la labor de jueces y tribunales. Se trata de un deporte nacional. Sin ir más lejos, Correa, el jefe de la trama Gürtel, salió la semana pasada a la palestra con unas declaraciones en las que no negaba que regalara trajes o viajes a políticos y en las que deslizaba que el dinero que pudiera tener en Suiza no provenía de ningún negocio ilegal. O sea, que hubo regalos y que hay dinero en paraísos fiscales. Pero lo más relevante de sus afirmaciones, por escrito a un cuestionario de El Mundo, es que sostenía que el Gobierno socialista estaba convencido de que con su encarcelamiento averiguaría asuntos oscuros relacionados con José María Aznar o Alejandro Agag. "Están utilizando la prisión, como en la España franquista, como elemento de presión". Son acusaciones contra el Estado de derecho, porque un Gobierno democrático no puede meter en la cárcel a nadie. Lo impiden las garantías constitucionales.

Pretender que jueces, fiscales y Policía se pliegan a intereses espurios o utilizar de referencia a Franco ya lo han hecho antes otros famosos delincuentes condenados por los tribunales como Jesús Gil y Mario Conde. Francisco Correa se suma al club de los que despotrican del Estado o del Gobierno cuando los pillan. De esto deberían tomar nota los políticos que tienen la fea costumbre de hablar de estado policial cada vez que imputan a un consejero o alcalde de su partido. Las actuaciones veraniegas de María Dolores de Cospedal en Marbella los dos últimos años son un paradigma de esa estrategia de tinta de calamar.

Treinta y cinco años después de la muerte del dictador ninguna formación política tiene la exclusiva de la ética y la moralidad. Lo dijo el fiscal general del Estado en el mismo acto oficial, con otras palabras. Ha habido casos de corrupción en los dos grandes partidos, pero el público confía en ellos más que nunca. En la actual legislatura los diputados de PSOE y PP son más de los que nunca tuvieron las dos principales fuerzas políticas desde 1977. Eso les da mucho poder, pero al mismo tiempo una mayor responsabilidad a sus actuaciones públicas.

Si el PP, como viene sosteniendo su doctrina oficial, nada tiene que ver con Gürtel y es sólo víctima de una pandilla de aprovechados liderados por este padrino a quien le gustaba que le llamasen don Vito, debería tener un discurso distinto al de su proveedor infiel. Correa deja en evidencia a sus antiguos mentores, porque no desmiente ni los regalos ni las atenciones con quienes le dieron contratos millonarios y le otorgaron favores que lo enriquecieron. Pero, sobre todo, los deja en evidencia cuando ataca al Estado. Una estratagema que se justifica en un presunto delincuente, que puede mentir para defenderse, pero que de ningún modo es aceptable en un partido de Gobierno.

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