Espantada en su más que comprensible terror, sus gritos salvaron la caja, pero dejó en su rostro la huella que va dejando ese desalmado que tiene en ascuas al comercio de la calle Baños. Baños no está en el quinto demonio sino en el corazón de la Sevilla intramuros, a un paso de la Campana y con la tranquilidad hipotecada por la cercanía del aparcamiento del Cortinglés. Bueno, pues tan céntrico enclave lo ha puesto en pie de intranquilidad un tipo que anda poniendo navajas en el cuello de unas indefensas dependientas. La cajera del supermercado no se comió el miedo y con sus gritos alejó al delincuente, pero en las dos farmacias le surtió efecto arramplando con la recaudación. Es un tipo alto y delgado, dicen que muy agresivo y mientras una boticaria habla de su acento extranjero, la otra dice que es español. Es en pleno centro de la ciudad, ¿no tiene esto remedio?