RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

Aurora Atoche

NO todo el mundo es Henry Brubaker, pero hay quien se ha acercado a ese idealismo que transforma la vida en una verdad honrada. Cuando pienso en Aurora Atoche, directora hasta hace poco de la Fundación Cajasur, pienso en Henry Brubaker. Aurora Atoche llegó a una de las cajas de ahorros más importantes de Andalucía en una nueva etapa ilusionante, y se volcó en la motivación del personal que encontró a su cargo en una única dirección: desterrar la opacidad de la actuación de la Obra Social y Cultural de Cajasur y reorientarla hacia una cercanía ciudadana. Para eso impulsó una convocatoria pública de ayudas que entonces, por extraño que pueda parecer, fue absolutamente novedosa. Quiso actualizar las estructuras de la Obra Social y Cultural de Cajasur, ajustarlas a los requerimientos del Banco de España y de la legislación andaluza. A pesar de las actuaciones llamativas y plurales de Aurora Atoche al frente de la Fundación Cajasur, como el apoyo a la lucha contra el alzheimer, anunciado con una exposición inaugural de retratos de enfermos del fotógrafo Peter Granser, el cáncer, el desempleo y las adicciones; la retrospectiva de Andy Warhol, el reforzamiento de las infraestructuras para tratar el síndrome de Down o el programa asistencial para enfermos y discapacitados; la creación de la Cátedra de Moda Elio Berhanyer, la recuperación del patrimonio histórico-artístico o su integración en Eutopía, el gran festival europeo de la cultura del Instituto Andaluz de la Juventud, lo que más llamó la atención de Aurora Atoche fue su sistema de convocatoria pública de ayudas, en un concurso público y con transparencia pública, legalidad cubierta, acercando los recursos de la caja a las necesidades de toda la población.

No todo el mundo es Henry Brubaker. Lo encarnó Robert Redford, en una película desalentadora de Stuart Rosenberg. Comienza con un hombre ingresando en prisión. Este hombre callado, observador, conocerá la penitenciaria desde dentro, lastrada por algunas irregularidades. Brubaker se hace pasar por el preso que no es para poder conocer el espacio que debe gobernar: porque Henry Brubaker es, en realidad, el nuevo director de la prisión, y ha sido contratado para sanear su gestión interna. Pero, en cuanto empieza a actuar como director y decide reformarla verdaderamente, concentrando su esfuerzo en la naturaleza misma de los vicios internos que él había detectado como preso infiltrado, es destituido por la jerarquía penitenciaria: lo habían utilizado ante los medios casi como aseo superficial. No todo el mundo es Henry Brubaker, pero ha bastado con una Aurora Atoche para encender la modernidad y la fe en el trabajo bien hecho de una gran caja de ahorros andaluza. Ante su desenlace, a pesar de su eficacia y competencia, se hace inevitable recordar la frase del príncipe Salina en El Gatopardo: "Todo debe cambiar para que todo siga igual". ¿O no?

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